Movimientos Sociales y Activismo en Red

Jorge Alberto S. Machado
Universidad de Campinas, Brasil

Trabajo presentado en el II Congreso On-line del Observatorio para la Cibersociedad. Barcelona, 2-14 novembro de 2004, GT-46. Redes Digitales: potencialidades de acciones colectivas en el siglo XXI

 
   

Movimientos Sociales y Activismo en Red
Autor/-a/-s/-as:
  · J. Alberto Silva Machado

Idioma original:
  · castellano
Palabras clave:
 · cibercultura
 · estudios ciencia-tecnología-sociedad
 · movimientos sociales
 · redes ciudadanas
 · sociedad de la información


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ABSTRACT
En este trabajo, intento identificar las principales características de las nuevas formas de organización de los movimientos sociales con base en el uso de las tecnologías de información y comunicación (TIC). Con la descripción de algunos casos, muestro como los colectivos sociales han atribuido a la Internet un papel central en sus modos de articulación y acción, desarrollando con éxito nuevas formas organizacionales, con un compartir de metas, alineación de estrategias y formación de coaliciones y alianzas de alcance global. Tal fenómeno abre un amplio horizonte de transformaciones y cambios sociales, que apuntan para el surgimiento de nuevas dinámicas de acción colectiva con base en complejas redes identitárias, orientadas por valores “universales”. Es sobre tales tendencias que enfoco mis análisis en ese papel.

1. Introducción

El estudio y el análisis del comportamiento de los movimientos sociales ocupa una posición central en las ciencias sociales. Sin embargo, su complejidad y diversidad hacen de éste un tema muy difícil de ser abordado, así como de construir teorías que respondan satisfactoriamente a las sus problemáticas.

En ese texto, intentamos identificar cuáles son las características principales de las nuevas formas de organización de los movimientos sociales considerando la creciente incorporación de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC) en sus estrategias de planificación, articulación y acción. Daremos especial enfoque a las organizaciones sociales más “jóvenes”, surgidas desde el final de los años ochenta, vinculadas a una generación de activistas conectados a la Internet.

Defendemos aquí que tales tecnologías no sólo se convirtieron en instrumentos de fundamental importancia para la organización y articulación de tales colectivos sociales como también proporcionaron la formación de nuevos movimientos sociales y nuevas formas de activismo. Estas, pasan a caracterizarse por una actuación cada vez más en forma de red, por la formación de amplias coaliciones y por el enlazamiento o agregación de grupos identitários, frecuentemente según la geografía de las comunidades culturales, lingüísticas o la identificación y el compartir de ciertos valores. Desde el análisis de algunos ejemplos, pretendemos identificar el surgimiento de una nueva “cultura” en los movimientos sociales como resultado de la apropiación estratégica de las TIC, apuntando para ciertas tendencias en las formas de acción colectiva.

En la primera parte de ese trabajo, señalamos algunos de los conceptos e interpretaciones sobre la acción y las características de los movimientos sociales contemporáneos. A continuación, ejemplificamos las nuevas formas de actuación de los movimientos sociales en red. Por fin, buscamos demostrar las características emergentes de esas nuevas prácticas de los movimientos sociales, con la incorporación de las TIC.


2. Movimientos Sociales: conceptos e interpretaciones

Hay una gran variedad de teorías que buscan explicaciones para el comportamiento de los colectivos sociales. La complejidad del tema y a la diversidad de objetos y contextos, hacen de este tema una fuente casi inagotable de estudios, análisis y nuevas teorías. Aunque muchos de los estudios puedan dar respuestas satisfactorias a situaciones que se refieren a contextos sociales específicos, un breve análisis de la literatura sobre el tema muestra como existe una gran pluralidad de abordajes e interpretaciones.

Al rescatar los abordajes clásicos, Pasquino (1992), resalta que los mismos podrían ser divididos en dos grandes corrientes. De un lado, estarían las descripciones que ven una manifestación de irracionalidad en las motivaciones de las erupciones de las masas. Tales abordajes asocian también los comportamientos colectivos de masa al cuestionamiento o riesgo de la orden social existente. Se aproximan de tal interpretación las lecturas de Le Bon, Ortega y Gasset y Tarde. Le Bon y Tarde construyen una imagen irracional y caótica de la multitud. Ellos contraponen los individuos, agentes de la racionalidad, civilización y cultura a la credulidad de las masas, caracterizada por la exasperación de las emociones, al instinto de manada y la tendencia a la imitación del comportamiento colectivo. (Le Bon, 2004; Tarde, 2004). Para Ortega y Gasset, las masas, incapaces de ser responsabilizadas en colectivo, son susceptibles a la manipulación de sus líderes. De eso resulta la irrupción de masas privadas de identidad (cf. Melucci, 1999: 13). De otro lado, estarían Marx, Durkheim y Weber que, aún con enfoques bastantes distintos entre sí, ven en los colectivos sociales un modo peculiar de acción social, que dan camino a tipos complejos de solidaridad (Durkheim), a cambios sociales del tradicionalismo para el tipo racional-legal (Weber) o podrían marcar el inicio de un proceso revolucionario (Marx). Vale decir que los autores clásicos hablan, en su mayoría, en “comportamiento colectivo” y acción “social”. La referencia de ellos a los movimientos sociales, aunque de gran importancia, es sólo indirecta. La idea de "movimientos sociales", tal como concebimos hoy, no consistía por sí un tema específico de investigación.

Una interpretación que ejerció gran influencia sobre los sociólogos fue la de Smelser (1989). Para él, los comportamientos colectivos se manifiestan cuando hay condiciones de tensión, antes que los medios sociales hayan sido movilizados para actuar de forma específica o eficaz junto a las causas de tal tensión. Tales comportamientos podrían ser definidos como no-institucionalizados. Eso puede ser observado en situaciones en que la acción social estructurada está bajo tensión, pero los medios institucionalizados para el dominio de esa tensión son inadecuados. Algunos factores tales como: la predisposición de un sistema social a ser influido por comportamientos colectivos, la tensión estructural existente, los mecanismos de movilización y el control social serían determinantes para la ocurrencia de movimientos sociales.

La interpretación de Smelser busca responder satisfactoriamente la naturaleza de la acción colectiva en faz de sistemas sociales y políticos que se transforman con mucho menos dinamismo que sus sociedades. Sin embargo, tal enfoque – identificado con viejas y contestadas presuposiciones funcionalistas –, peca por no considerar los contextos históricos específicos en que se da la acción social.

Son tantas las dificultades para entender la naturaleza de la acción social de los movimientos sociales que, no por casualidad, Tarrow afirmó que el campo de los movimientos sociales es uno de los más indefinibles que existen (cf. Melucci 1999: 12). Idea también compartida por Castells, que, en medio de la controversia de su concepto, opta simplemente por definirlos como acciones colectivas que, dependiendo de su éxito o fracaso, “transforman valores e instituciones” (Castells, 2000: 20).

Para Melucci, al intentar definir los movimientos sociales, la mayoría de los autores hace poco más que aislar aspectos empíricos de fenómenos colectivos, acentuando elementos diferentes entre sí, lo que complica cualquier tipo de comparación (id., ibid.). Según ese autor, el concepto de movimiento social “será siempre objeto del conocimiento construido por el analista”, pues “no coinciden con la complejidad empírica de la acción” (Melucci, 1996: 21-2).

Si tuviéramos que optar por una definición del término movimientos sociales, considerando los tan variados abordajes existentes, podríamos decir que el mismo se refiere a formas de organización basadas en un conjunto de valores e intereses comunes, con el objetivo de definir y orientar las formas de actuación social. Tales formas de acción colectiva tienen como objetivo, a partir de procesos frecuentemente no-institucionales de presión, cambiar el orden social existente o parte de él e influir en los resultados de procesos sociales y políticos que envuelven valores o comportamiento sociales o decisiones institucionales de gobiernos y organismos referentes a sus decisiones políticas.


2.1.Cambios en la Concepción de Movimientos Sociales

La concepción de movimientos sociales estuvo durante buena parte del tiempo asociada a los movimientos de carácter revolucionario, cuyas acciones y luchas políticas se encuadraban dentro de un espectro político frecuentemente más radical. Hasta los años 70, era frecuente la asociación de las luchas políticas de los movimientos sociales a un supuesto cuadro de lucha de clases en el interior de las sociedades capitalistas – por lo tanto, dentro de un contexto mucho más amplio, relacionado con el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes. Los movimientos sociales eran identificados básicamente como un producto de la acción histórica de la sociedad, frente a las contradicciones del sistema capitalista.

Tal interpretación de la naturaleza de los movimientos sociales fue particularmente característica en los abordajes marxista-estructuralistas. Esa lectura fue volviéndose anticuada en la medida que los movimientos sociales pasaron a proliferarse, ganando una notable complejidad y alcance, con el surgimiento de organizaciones y colectivos que luchaban por las causas más diversas. Surgió entonces el término “nuevos movimientos sociales” para designar tales colectivos que no encontraban una interpretación satisfactoria en la mayoría de las interpretaciones predominantes. Los “nuevos” movimientos sociales serían principalmente los movimientos feministas, pacifistas, ambientalistas, contra la proliferación nuclear, entre otros. Tales movimientos, en su mayoría de base urbana, estaban muy alejados del carácter clasista de los movimientos sindical y campesino, inclusive porque reunían sectores diversos de la sociedad en favor de una misma causa.

La diversificación de los movimientos sociales ocurrió en un proceso íntimamente vinculado a la profundización de los mecanismos e instituciones democráticas en las sociedades occidentales capitalistas. Sólo no existían movimientos sociales en las sociedades “sin clases” socialistas debido a la propia represión que el régimen ejercía sobre cualquier movimiento reivindicativo cuyo origen estuviera fuera del espacio de control del gobierno o del partido. Tales regímenes impedían que las tensiones sociales pudiesen venir a manifiesto a través de canales o “escapes” espontáneos de la sociedad civil que no fuesen aquellos permitidos. En tal contexto, el “movimiento social” estaba, en tesis, incorporado a las estructuras del gobierno, ya que él debería confundirse con el propio proceso revolucionario, expresión última de la voluntad de las masas y base del gobierno "proletario".

Con el proceso de apertura política después de la crisis del bloque soviético, se vio que subsistían bajo el cemento del socialismo organizaciones civiles de todo tipo. Gracias a las nuevas libertades conquistadas, poco a poco, algunos actores sociales pudieron organizarse en torno de identidades políticas. El “súbito” surgimiento de más de mil organizaciones sociales, agremiaciones políticas y otros colectivos civiles en la ex-Unión Soviética, en el inicio del proceso de democratización, es una prueba contundente de eso. Eso puso en evidencia el hecho de que, aunque pudiesen ser una expresión de la lucha de clases o de la desigualdad social, los movimientos sociales nunca habrían dependido de ellas para existir. Al contrario, su fortalecimiento y proliferación estuvieron más asociados a la maduración o transformación de las instituciones democráticas y a la propia capacidad de organización de la sociedad civil.

Hoy se observa que las demandas de los movimientos sociales son muy variadas, específicas y, inclusive, peculiares a ciertos contextos sociales, históricos y culturales. El error del abordaje marxista de la acción social fue la aceptación casi dogmática de un tipo de interpretación basada en las estructuras sociales de clases y sus antagonismos y tratar poco de la cuestión de las identidades, valores y de los mecanismos y dinámicas del sistema político y social.


2.2. El cambio a finales del siglo XX

El cambio en la comprensión de la organización y acción de los colectivos sociales ocurrió, en gran medida, en el transcurso de las transformaciones en el escenario político internacional. Con el fin de la guerra fría y el éxito de la simbiosis entre democracia occidental y capitalismo, los movimientos sociales pasaron gradualmente a ser considerados importantes actores sociales para la promoción de los derechos civiles y la ciudadanía. Con la dispersión de las brumas del conflicto ideológico, tales iniciativas de la sociedad civil, originadas “fuera” del escopo político del Estado – y de sus mecanismos controles – en vez de ser vistas como subversivas, revolucionarias o marginales, pasaron a ser entendidas como manifestaciones propias, típicas e, inclusive, sanas, peculiares de un ambiente político y social plural. Gradualmente, el Estado pasó a verlos como aliados estratégicos y necesarios que, al mismo tiempo en que aumentaban el alcance de las democracias, prestaban legitimidad y hasta prestigio a los gobiernos.

La incorporación de eses actores sociales en la esfera política fue exitosa al invertir la lógica del conflicto para la de la cooperación, proporcionando, así, un mayor alcance de las instituciones civiles en el ámbito de un gobierno democrático. Los movimientos sociales consiguieron más legitimidad en sus acciones reivindicatorias cuando el gobierno y sus instituciones asumieron prácticas políticas cooperativas, fomentando instrumentos y políticas públicas que proporcionasen mayor “porosidad” a las demandas de los colectivos sociales. El cambio culminó con el reconocimiento, por parte de las legislaciones nacionales, del estatus jurídico y político de tales formaciones sociales. Así, el Estado pasó la incorporar, a través de arreglos institucionales y políticos, la acción social de organizaciones originadas en la sociedad civil, como es notorio el caso de las organizaciones no-gubernamentales.

Aunque los movimientos sociales no puedan ser confundidos, en rigor, con organizaciones sociales tales como las ONGs, de hecho, es frecuentemente difícil hacer las distinciones. Muchos movimientos sociales, al desarrollarse, acaban por adquirir un carácter más institucional como representante “legítimo” o mediador de ciertas demandas e intereses de un segmento específico de la sociedad. Por tal razón, muchos autores se refieren a los sindicatos, organizaciones religiosas, ligas urbanas, movimientos de barrio, micro agremiaciones políticas, asociaciones de campesinos, colectivos feministas y otros, igualmente como “movimientos sociales”. Posiblemente, el carácter común que ellos tienen es que sus bases están en la sociedad civil y, por otro lado, son portadores de una legitimidad frecuentemente no-formal.


2.3. Movimientos Sociales y Democracia

En virtud de los cambios en el contexto político, los movimientos sociales pasaron a desempeñar importantes papeles como eficientes catalizadores de demandas sociales no contempladas por el Estado – sea debido a la insuficiencia de las políticas públicas o a la falta de reconocimiento de tales actores sociales como actores políticos.

En la medida que los Estados pasaron a reconocer la legitimidad de los movimientos sociales como actores políticos, se observó – especialmente en las democracias occidentales – un notable crecimiento de asociaciones e iniciativas comunes entre los mismos. Con base en tales experiencias, fueron creadas (primero en Europa, después en América), políticas de fomento para apoyar la acción participativa de los colectivos sociales y nuevas formas de asociación.

Sobre ese proceso de cambio, vale destacar ciertos aspectos fundamentales:
a) la incorporación de los movimientos sociales como aliados del gobierno democrático, viene contribuyendo para una creciente institucionalización de los mismos dentro de los sistemas políticos. Aunque admitamos que ese no es el caso de la mayoría, los movimientos sociales ya hubieron entraron en una fase en que no pueden más ser definidos genéricamente como “no-institucionales”, conforme destacan algunos autores (Melucci, 1999; Pasquino, 1994: 791).

b) Al contrario de lo que afirman algunos autores, ni todo movimiento social se inserta en una lucha por una mejor distribución de las recompensas y sanciones (Alexander, 1998) o tiene exactamente un adversario (Castells, 1999: Touraine, 1995). Diferentemente de otros tiempos, muchos movimientos sociales visan a la cooperación, el voluntariado o la preservación cultural. No tiene que haber necesariamente un problema distributivo o alguna contestación para su existencia. Las motivaciones pueden ser las más diversas, como una creencia religiosa, un ideal, un conjunto de valores, o la identificación con un grupo. Aunque admitamos que la distribución de recursos – ya sean financieros, de prestigio o poder – o la existencia de un "adversario" pueda estar directa o indirectamente relacionada con sus motivaciones, este ya no es un elemento definitivo en los procesos de formación de tales colectivos sociales.

c) Los cambios históricos y las adaptaciones estratégicas en las formas de organización y actuación de los movimientos sociales trabajaron para que los mismos pudiesen reivindicar siempre que necesario, como forma de autolegitimarse, las presuposiciónones del Estado democrático y las libertades constitucionales de organización y expresión ideológica y política. Cuando tal proceso culminó, la organización y asociación de los individuos pasó no sólo a ser garantizada, como incentivada por los sistemas democráticos – inclusive en vías del fortalecimiento de los gobiernos electos, considerado el escenario de erosión de la autoridad del Estado.



Alan Touraine, en sus abordajes más recientes sobre el tema, enfatiza la importancia de la democracia para los movimientos sociales, así como de los mismos para la democracia:

“Más que la creación de una sociedad política justa o la abolición de todas las formas de dominación y explotación, el principal objetivo de la democracia debe ser el de permitir que individuos, grupos y colectividades sean sujetos libres, productores de su historia, capaces de reunir en su acción el universalismo de la razón y las particularidades de la identidad personal y colectiva” (Touraine, 1995: 263).


Para él, la historia de la libertad en el mundo moderno “es la de una asociación cada vez más estrecha entre el universalismo de los derechos humanos y la particularidad de las situaciones y relaciones sociales en las cuáles esos derechos deben ser protegidos” (Touraine, 1995: 263).

Podemos afirmar que esa dimensión universalista, va hoy bien más allá de la temática de los derechos humanos, relacionando al compartimiento cada vez más amplio de valores vinculados a los derechos de las minorías, libertad de expresión, conservación ambiental, derecho a la diversidad cultural, libertad religiosa, igualdad racial, igualdad de género, calidad de vida, a una distribución más justa de los beneficios sociales de la economía global, etc. Se trata también de temas que ocupan papeles centrales en la agenda de los gobiernos y de los organismos multilaterales. La lucha coalizacional de los movimientos sociales camina cada vez más paralela a la incorporación de tales valores y aspiraciones a las leyes y a las prácticas políticas de los gobiernos nacionales y locales. Es en ese contexto que los movimientos sociales tanto se amparan como contribuyen para la constitución legítima de la base de muchos de los mecanismos de presión para el perfeccionamiento de las instituciones democráticas. Fortalecidos por el derecho internacional que vincula cada vez más legitimidad a la democracia (ver Held, 1997: 131-138), la legitimidad de acción de los movimientos sociales se basa crecientemente cada vez más en tales principios “universales”.

Con su “institucionalización” como actor social necesario para el perfeccionamiento de la democracia, vimos que los movimientos sociales pasaron a ser, probablemente, los más dinámicos catalizadores de las tensiones y conflictos sociales. Por lo tanto, desde la travesía de los años noventa al inicio del siglo XXI, los movimientos sociales adquirieron un papel-llave como actor político en un Estado democrático, por la importancia reconocida como portador legítimo y representante dinámico de reivindicaciones de sectores de la sociedad civil.

En los tópicos a continuación, nos concentraremos en colocar en relieve las tendencias de transformación de la acción colectiva en vistas de la apropiación y de los nuevos usos de las TIC. Siguiendo la tendencia de otros segmentos de la sociedad y de la economía, demostramos que el nuevo paso fundamental en la historia de los movimientos sociales es su organización en red, con acciones que envuelvan articulación y alcance cada vez más globales. Esta sería la forma más eficiente para contraponerse a la acción de organizaciones y corporaciones con que poderes cada vez más globales – fuera del control democrático de los gobiernos locales – en un ambiente marcado por instituciones locales cada vez más frágiles por la acción desestabilizadora de tales actores.


3. Movimientos sociales y (des) gobierno global: nuevos campos de batallas para viejos conflictos

3. 1 El Contexto

En las recientes décadas, hubo un gran cambio en las concepciones predominantemente aceptas de democracia en el occidente. Los documentos internacionales que respaldan los derechos humanos, de las mujeres, niños, minorías, son expresiones de ciertos consensos. Organismos multilaterales celan de alguna forma por el cumplimiento de tratados y acuerdos internacionales. Eso, seguramente se ha reflejado en la forma como el gobierno y las instituciones estatales tratan de tales temas, especialmente por la posibilidad de sufrir sanciones y reprimendas internacionales.

Pese a ese cambio formal de la relación entre los gobiernos y la sociedad civil con respecto al tratamiento de tales derechos civiles y sociales, las relaciones globales entre movimientos sociales, gobiernos y corporaciones, están repletas de conflictos. Antes de seguir adelante, señalamos tres factores fundamentales que servirán como paño de fondo de nuestro análisis, asociados a la interdependencia, al descontrol y al empoderamiento de los agentes sociales y económicos:

i) Interdependencia e interconexión reactiva. Hay una situación cada vez más difusa e indefinida en lo que se refiere a la relación del gobierno local con “el gobierno global”. Las decisiones de gobiernos locales no afectan sólo al Estado o a la jurisdicción a la cual están asociadas; desafortunadamente, los gobiernos locales no apenas influyen como también tienen que responder a situaciones que están fuera de su “espacio” de control.

Las tentativas de "reordenar" o buscar nuevas condiciones de equilibrio, pasan, inexorablemente, por la concertación política entre los actores envueltos. Tratados, acuerdos y pactos internacionales pasan a ser cada vez más necesarios. De igual manera, gobiernos, empresas, colectivos sociales y organizaciones diversas tienen que buscar respuestas a su altura para tales situaciones, lo que significa articular acciones cada vez más complejas, envolviendo cooperación, asociación y alianzas con otros actores sociales que actúan desde ámbitos externos.

Si la creciente interdependencia entre lo global y lo local hace con que las decisiones que afectan a las comunidades políticas “huyan” de las instancias de control local, la interconexión reactiva de los actores locales contribuye de alguna forma para solapar las instituciones democráticas locales. Eso transcurre porque, en el intento de obtener control, se establece nuevas conexiones.

ii) Zonas grises de descontrol. En lo que se refiere a las corporaciones económicas, principalmente las de gran porte, estas están cada vez más frecuentemente fuera del control de los gobiernos democráticamente electos; eso significa también que actúan dentro de contextos jurídicos variables o hasta “inexistentes”, en una zona “gris” donde es posible resguardarse o escapar de las jurisdicciones locales y de los controles de las sociedades civiles organizadas en el interior de los Estados. Nos referimos, por ejemplo, al movimiento de capitales (inversión, remesas internacionales, transacciones entre filiales), al uso de la mano de obra, al respeto a las leyes ambientales, al respeto a los derechos sociales y laborales, entre otros aspectos.

El mundo de las grandes corporaciones impone grandes desafíos a las democracias, así como a la actuación de los movimientos sociales. Eso acaba resultando, en contexto de conflictos, en el surgimiento de prácticas y reacciones bien diversas de ambas partes.

iii) El empoderamento de las agencias sociales. La sociedad de la información dispone herramientas que estimulan la competición entre las agencias sociales. Los riesgos derivados de negocios cada vez más complejos y arrojados y la inestabilidad de los mercados nacionales integrados en un gigante mercado global, imponen crecientes desafíos a la capacidad de intervención y control de los Estados nacionales, perjudicando la gobernabilidad y la accountability. Si, por un lado, como nos recuerda Held (1997), una gran parte de las decisiones que afectan la vida de las personas son tomadas en espacios jurídicamente no definidos, donde la opinión pública y las mayorías nacionales tienen una influencia mínima, por otro, ese mismo escenario ha posibilitado niveles de organización, intercambio y acción igualmente complejos por parte de individuos, grupos y colectivos sociales – imposibles de que sean llevados a la cabo hace algunos años atrás. Herramientas tecnológicas posibilitan potenciar enormemente la acción de un mero grupo de individuos. Tal escenario apunta para conflictos de difícil mediación, marcados por la acción y organización virtual y electrónica desterritorializada, desencadenada por los más diversos actores sociales – muchas veces insospechables. En un espacio donde no hay de hecho un gobierno, una autoridad legítima, queda difícil la distinción entre las formas de activismo más pacíficas y aquellas más incisivas, que se aproximan de acciones criminales de grandes proporciones. Ese “empoderamiento” de las agencias sociales e individuales es todavía un elemento no suficientemente estudiado y analizado en las ciencias sociales.


3.2 La acción colectiva en ese contexto

Así como los actores políticos y económicos se “globalizan”, lo mismo ocurre con los colectivos sociales, incorporando lo que las nuevas tecnologías de información y comunicación mejor les ofrecen, de forma a compensar la desigual distribución de recursos y poder.

Debido al aumento de la acción colectiva en áreas de difícil definición jurídica y política, activismo político, crimen y compromiso con causas sociales se confunden cada vez más en la acción de los movimientos de los grupos radicales y organizaciones que actúan en redes supranacionales. Agrupando decenas o hasta centenares de organizaciones de diferentes portes y oriundas de diversos universos culturales, lingüísticos e identitários, con base en la infraestructura de la red mundial, ellas consiguen agregar eficiente y eficazmente el descontento para generar amplias y complejas sinergias en acciones globales.

3.2.1. TIC y Movimientos Sociales

La posibilidad de comunicación rápida, barata, y de gran alcance, hace de la Internet el principal instrumento de articulación y comunicación de las organizaciones de la sociedad civil, movimientos sociales y grupos de ciudadanos. Podríamos hablar aquí de la telefonía móvil, de la radio, etc. Pero vamos concentrarnos en la Internet, que incluso es para dónde convergen las otras formas de comunicación.

3.2.2 El Espacio público de los flujos

La red se convirtió en un espacio público fundamental para el fortalecimiento de las demandas de los actores no-estado que consiguen contornear la desigualdad de recursos para ampliar el alcance de sus acciones y desarrollar estrategias de lucha más eficaces. Ella emerge como un espacio público que posibilita nuevos caminos para interacción política, social y económica. Principalmente por el hecho de que permite que cualquier ciudadano pueda asumir al mismo tiempo una variedad enorme de papeles – como ciudadano, militante, editor, distribuidor, consumidor, etc. – superando las barreras geográficas y, hasta cierto punto, las limitaciones económicas (Machado, 2003).

4. Nuevas formas de actuación

La guerra de la información durante la invasión de Irak, fue un ejemplo emblemático. Mientras la gran mass media estadounidense y mundial se inclinaba hacia una “lectura” claramente pro-EUA, agencias de noticias menores, mass media árabe, bloggers, colectivos sociales anti-guerra, activistas diversos y la prensa independiente daban otras versiones del conflicto. Ese ecléctico “mass media alternativa” difundía noticias e imágenes que normalmente no llegaban a los telespectadores por las emisoras de TV y grandes agencias internacionales. Sus contenidos se proliferaban rápidamente por la red, alcanzando a millones de personas conectadas, ávidas por informaciones del conflicto. Además, había una gran difusión de e-mails, mensajes SMS, comunicaciones por telefonía movil y conexiones en vivo del front vía satélite. Eso desencadenó una verdadera guerra de información para conquistar corazones y mentes (1).

En ese mismo contexto, una organización con base en la red, la MoveOn.org, consiguió la proeza de organizar la mayor protesta ya realizado en Nueva York, llevando 250 mil personas a las calles para manifestarse contra la guerra (el día 15 de febrero de 2003). Esa misma organización, levantó recursos a través de la web para extender su campaña para las TVs, periódicos y radios.

Un otro ejemplo reciente fue el de la reacción popular a la posición del gobierno español tras el atentado de 11 de marzo de 2003, en España. En vísperas de la elección, el gobierno español intentó a toda costa responsabilizar el grupo separatista vasco ETA por los atentados, reteniendo informaciones y presionando fuertemente la mass media nacional. Eso porque había enviado tropas de apoyo a la invasión de Irak, contrariando la inmensa mayoría de la población, que no quería ver el país envuelto en el conflicto y mucho menos incluido en el mapa del terrorismo islámico. En las horas siguientes a las explosiones, a medida que las informaciones advenidas de los organismos de seguridad se mostraban contradictorias y sospechosas, se observó una gran reacción en cadena. Millones de mensajes SMS fueron deflagrados protestando contra la acción del gobierno. Fuera de los canales tradicionales, blogs, fotos enviadas en tiempo real de las marchas e e-mails denunciaban la farsa preelectoral. Aún con una prensa “cautelosa” y sometida a pesadas presiones – venidas, inclusive, del gabinete presidencial –, el partido del gobierno, antes franco favorito en las elecciones, vio en cuestión de horas su deseo de permanencia en el poder arruinarse. Eso no sería posible si no fuera por la utilización de esas herramientas tecnológicas como apoyo a la acción ciudadana.

Tales hechos atestan el surgimiento de nuevas formas de organización y articulación de individuos y colectivos en amplias y difusas redes sociales, algo imposible de ocurrir hace algunos años atrás – por lo menos de esa forma y con tal alcance. La materia-prima básica de esa nueva forma de organización es la información ampliamente generada, distribuida y compartida. Ese poder resulta de la ampliación de la capacidad de producir, reproducir, compartir, difundir y expresar hechos, ideas, valores, visiones del mundo, experiencias individuales y colectivas en torno a intereses, identidades y creencias – y en un espacio muy corto de tiempo. Esa repartición de valores, ocurre con mediaciones cada vez menores y sin interferencia directa de gobiernos o corporaciones.

Tradicionalmente, muchos gobiernos y corporaciones conseguían imponer medidas en contra de los intereses colectivos debido a la creencia de la incapacidad de organización y resistencia de los afectados. Sin embargo, con el uso creativo de las nuevas herramientas tecnológicas, acciones más específicas y circunstanciadas pueden generar, potencialmente, un agregado de fuerzas contrarias de alcance global. A los individuos y colectivos, que otrora se encontraban dispersos o aislados, se les hace posible concentrar su acción en favor de una causa común, con base en las cada vez más extensas redes de solidaridad.

Ejemplos no faltan: ecologistas locales y las redes de denuncia y articulación global, activistas de los derechos humanos y las grandes organizaciones internacionales (Amnistía Internacional; American Watch), grupos por una globalización alternativa y las redes de organizaciones en apoyo a los países pobres y excluidos de los beneficios de la economía global, o las extensas redes de exiliados por el mundo (como la Palestinian NGOs Network). Como si no bastara, se observan alianzas y cambios de informaciones y apoyo entre las diferentes redes de colectivos sociales, explotando los elementos que tienen en común. Nos referimos, por lo tanto, a las redes que incluyen centenares de entidades, que intercambian información, forman grupos de presión y se apoyan mutuamente. Estas son incomparablemente mayores que hace poco más de diez años, cuando se comenzó a hablar de ellas (ver Scherer-Warren, 1993).


4.1. Organizándose en redes: algunos casos

Algunos ejemplos de actuación en red por parte de las organizaciones sociales son los del Global Watch, No Border, Palestinian NGOs Network, Global Citzen Initiative, Third World Network, ICG, Fórum Social Mundial y de la Confederation Paysanne. Listamos abajo algunas de las redes de organizaciones, que funcionan como especies de puntos nodales de colectivos y agrupaciones de activistas menores y diversos.

Tabla: Organizaciones en red o redes de organizaciones



Aún podrían citarse otras redes de organizaciones de bastante relieve, como la SETEM, la Confederation Paysanne, ATACC, Forum Social Mundial, entre otras. Sin embargo, sus características y formas de articulación no se diferencian mucho de las ya citadas (7).

Hay, aún, organizaciones que, aunque no actúen en red de organizaciones, reúnen redes con centenares de miles de personas y tienen un gran poder de movilización y lobby. Es el caso de la Public Citizen, en los EUA, dedicada a la defensa del ciudadano y consumidor, que milita por causas tan diversas como por justicia económica y social en los negocios comerciales, accountability político, uso de energías limpias y sustentables, protección ambiental y salud.

Organizaciones más antiguas, “pre-Internet”, como Greenpeace, WWF, American Watch o Amnistía Internacional, utilizan la red para divulgar sus acciones, documentos, dossier, comunicados, promover sus campañas, comunicarse con las representaciones locales, recaudar fondos y aceptar filiaciones. En el caso de esas ONGS más antiguas, hace falta aún averiguar cual el tipo de transformación que Internet ocasionó concretamente en su cultura organizacional.

Podrían ser relacionadas también otras redes o subredes menores, intra y transorganizacionales. Sin embargo, esas redes son tan complejas y amplias, que necesitarían descripciones que van más allá del propósito de este artículo, ya que envuelven, inclusive, conexiones y contactos individuales de sus miembros.

¿Tales características representarían un marco en el cambio de actuación de los movimientos sociales? ¿Esas grandes redes de movimientos, que vienen articulándose por la web en los últimos años, representan, de alguna forma, el futuro de los movimientos sociales y de la acción colectiva? Tales cuestiones son aún difíciles de responder, pero no hay como negar de que se trata de tendencias muy fuertes de cambio, principalmente en lo que se refiere a las formas de organización y actuación de los movimientos sociales. Tales redes, al igual que las formas de organización conocidas, son caracterizadas por el voluntariado, reciprocidad y modelos horizontales de comunicación y cambio. En eso no hay novedad. Lo que llama la atención es de que tales elementos fueron enormemente potenciados.

Para Keck & SikkinkTais, tales articulaciones son resultado de una búsqueda más eficiente para la formación de un “bloque de canales” a través de alianzas entre grupos locales conectados a una red internacional y sus gobiernos. El compartir la información tendría un papel-llave para la construcción de estructuras compartidas de gran significado como parte de su actividad política (1998: 17). Y la fuente de su acción colectiva se basaría en la creencia de las libertades de las teorías liberales y en la conciencia individual donde “el individuo puede hacer la diferencia” (1997: 2).

Tales redes ejercen una influencia simbólica cada vez más fuerte en la responsabilidad política (accountability). Es esto que apuntan Smith, Pagnucco & Chatfield. Para estos autores eso ocurre “por medio del fortalecimiento de la información y contra-información política, por la alineación de estrategias de actuación, el compartir de metas y otros tipos de apoyo recíproco”. De esa forma, tales organizaciones “consiguen conectar lo local, lo nacional con lo global, así como las arenas políticas inter y trans-gubernamentales, creando así una nueva estructura de política global que desagrega el Estado y la política local en la intersección de los niveles nacional e internacional” (1997). La necesidad del compartir de un conjunto de valores, en algún nivel, es otra característica de tales redes, que pueden unir, como destaca Escobar (2000), ONGS, fundaciones, iglesias, grupos de consumidores, movimientos sociales locales y algunos actores-Estado alrededor de una misma causa.

Tal forma de organización, permite a partir de tan sólo algunos puntos nodales integrar o conectar redes inmensas y diversas. Aunque la complejidad de tales conexiones aún no haya sido suficientemente estudiada, vale destacar algunas investigaciones pioneras en tal sentido, realizados a través de aplicación de análisis de redes, como el de Diani (2003a) y de Oliver & Myers (2003) – este último un interesante trabajo sobre las redes de acción colectiva en la difusión de protestas.


4.2 Nuevas TIC y la radicalización de movimientos sociales

En los últimos años, un otro aspecto que ha llamado la atención de los científicos sociales y políticos es el notable aumento del activismo político a través del hackerismo. El hackerismo incluye formas muy diferentes de actuación, que envuelven problemas tan diversos como de difícil interpretación en lo que se refiere a los enfoques tradicionales sobre el derecho internacional, la democracia, las libertades civiles, las formas de organización política, identidades culturales y valores sociales.

Una de las empresas más conocidas de seguridad en la Internet, constató que buena parte de los ataques registrados en las webs de corporaciones y gobiernos tiene motivaciones políticas e ideológicas. La Mi2G recolectó información sobre más de 100 mil ocurrencias provocados por cerca de 6 mil grupos de hackers. Un ataque digital ocurre cuando un grupo hacker obtiene acceso no-autorizado a un sistema en línea y realiza modificaciones en alguno de sus componentes – por lo tanto, conceptualmente no se trata sólo de invasión. Tales ataques digitales aumentan en periodos de conflicto político. Un ejemplo, es el de la guerra de Irak. Por ocasión de ella, hubo un récord de ataques digitales con éxito perpetrados por grupos pro-islámicos y pacifistas occidentales - cerca de 30 mil casos en mayo de 2003 (Mi2G, 2003b). Ondas de ataques semejantes ocurrieron también, por ejemplo, por razón de la guerra de Yugoslavia, durante periodos de tensión entre China y Taiwan, o entre Israel y Palestina - la Intifada Digital – y también cuando un avión espía estadounidense fue descubierto en flagrante y retenido en China, en abril de 2001 (Machado, 2003).

La relevancia de estos datos aumenta cuando observamos que la mayor parte de las ocurrencias analizadas por la Mi2G tiene relación con alguna forma de activismo, clasificadas principalmente en cuatro categorías: “tensión política”; “protesta y guerra digital”; “protesta anti-globalización o anti-capitalismo”; “activismo ecológico y en favor de los derechos humanos”. Considerando que muchas acciones identificadas como “hackerismo recreacional” tienen como objetivo causar pérdidas y daños a grandes empresas, no se puede excluir la existencia o la combinación con otras motivaciones de fondo ideológico o político.

Los perjuicios con actividades de hackers en 2004, incluyendo los programas maliciosos (“malwares”) ya estarían entre 157 y 192 billones de dólares (MiG2, 2004). Para efecto de comparación, en 1996, los daños fueron de “sólo” 800 y 900 millones de dólares (Mi2G, 2003). Algunos de los factores que contribuyen para el aumento continuo de los ataques son: la constante innovación tecnológica, la creciente interconexión global, el incremento de la digitalización en las prácticas y trámites empresariales y gubernamentales, el bajo coste y bajo riesgo en relación al daño causado y la dificultad para llegarse al atacante. Nos atrevemos a afirmar que, con la constante informatización, aumento e integración de los bancos de datos, mejoría en las formas de conexión remota, habrá escenarios para verdaderas guerras digitales, con el hackerismo y el crackerismo e sus variantes creciendo enormemente.

¿Cual es la frontera entre hackerismo, activismo político y movimientos sociales? El hackerismo motivado política e ideológicamente se hizo tan frecuente que ganó la denominación de hacktivismo. Por ser considerado un crimen, sus ejecutores prefieren no identificarse. Aunque sea difícil afirmar quiénes son los individuos que lo practican, muchos colectivos radicales lo utilizan. Es sabido que redes de organizaciones como No Border o los movimientos o colectivos sociales integrantes del Nodo50, Oxfam y PeaceNET ya lo utilizaron (8). Actualmente, centenares de miembros de algunas de esas entidades responden a procesos en sus respectivos países o son acusados en otros (ver el caso de la No Border en Machado, 2003). Desde sus orígenes, el hackerismo tuvo conexión con la contracultura, conforme ya describió Castells (2003: 122-4). Es conocida su asociación con otras formas de militancia, con movimientos alternativos y la juventud de izquierda.

Pese a los riesgos de la acción, no hay ninguna evidencia de que practicas tan eficaces cuanto “accesibles” puedan ser abandonadas. Por el contrario, en un contexto caracterizado por un capitalismo de grandes corporaciones, profundas desigualdades y graves injusticias, con tantos sistemas complejos conectados, la sociedad “de la información” ofrece un horizonte tan amplio cuanto atractivo para las creativas intervenciones del hacktivismo.

El mayor problema es la dificultad de lidiar con el tema desde el punto de vista legal y político. Esto porque lo que ocurre en el ciberespacio es, en tesis, asunto de todos y de ningún país al mismo tiempo, ya que todas las jurisdicciones están conectadas. Para la justicia de la mayoría de los países, aún no está definida la diferencia entre ciertas formas de activismo virtual y una acción criminal. Los marcos tradicionales de los Estado-nacionales son insuficientes para ofrecer garantías y delinear límites para las movilizaciones y prácticas políticas en el ciberespacio. Inclusive, la mayor parte de los países no tiene legislación específica para tratar del asunto. Así, el tema acaba quedando a la merced de las interpretaciones de jueces locales, lo que, frecuentemente, ha sido la causa de grandes mal-entendidos (ver Schiller, 1998 y Machado, 2002).

4.3 Características de los Movimientos Sociales faz a las nuevas TIC


Después de presentar una descripción sobre las nuevas formas de actuación posibles de los movimientos sociales, cabe ahora sumariar algunas de las características de los movimientos sociales que actúan por medio de las redes telemáticas:
  1. Proliferación y ramificación de los colectivos sociales. La rapidez y el alcance de las nuevas TIC permite una proliferación de las organizaciones civiles y colectivos sociales, así como una integración eficiente y estratégica entre los mismos; basado principalmente en el idealismo y el voluntarismo de sus miembros, incentivados por la relación coste-beneficio bastante favorable, surgen nuevas formas de alianzas y sinergias de alcance global. Como eso, aumentaron enormemente las formas de movilización, participación, interacción, acceso a la información, la provisión de recursos, las afiliaciones individuales y las ramificaciones entre los movimientos sociales.

  2. Horizontalidad, flexibilidad de las redes. Las organizaciones tienden a ser cada vez más horizontales, menos jerarquizadas, más flexibles, con múltiples nodos y conectadas a numerosas microrredes o células (9) que pueden ser rápidamente activadas. Conforme Castells (1999: 426), los nuevos movimientos sociales se caracterizan cada vez más por "formas de organización e intervención descentralizada e integradas en red".

  3. Tendencia coalizacional. Actúan crecientemente en forma de redes coalizacionales (Diani, 2003b, Escobar, 2000) de alcance mundial, en torno a intereses comunes, y con base en la infraestructura de comunicación propiciada por la Internet.

  4. Existencia dinámica o según los hechos. Poseen enorme dinamismo, pueden formarse, alcanzar ciertos objetivos, causar repercusión e impacto, y expandirse por causa de un hecho político; de la misma forma, pueden deshacerse o desaparecer rápidamente, conforme la situación.

  5. Minimalismo organizacional-material. La sede física se hizo irrelevante; fax, teléfono o dirección postal pasan a ser ítems secundarios. La posibilidad de operación a un coste muy bajo, incentiva el surgimiento de nuevos movimientos sociales y sus asociaciones entre sí.

  6. Universalismo y particularismo de las causas. Los ideales pueden ser universalistas y particularistas. Pueden atender a una o a un conjunto de aspiraciones de colectivos sociales bastante pequeños y específicos (e inclusive geográficamente separados). Sin embargo, aunque vinculados a una causa o tema específico, la lucha puede orientarse cada vez más con relación a un cuadro de luchas más amplio, con respeto a principios de aceptación universal, como el desarrollo sustentable, los derechos humanos, el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el combate al racismo y a las formas de discriminación, la democracia, la libertad de expresión, etc.;

  7. Gran poder de articulación y eficiencia. Permite la organización de protestas simultáneas en diferentes ciudades y países, así como la articulación local de varios grupos de manifestantes dispersos. Al contrario de lo que se puede creer, la convergencia de intereses no se da solamente en el plan virtual. Ella se materializa también por acciones concretas. Es el caso, por ejemplo, de las acciones del MoveOn, No Border, Oxfam, Confederation Paysanne, ATACC, grupos Okupa, entre otros. Su geometría puede ser variable, concentrando y activando sus nodos y combinando estrategias variables conforme la necesidad.

  8. Estrategias deslocalizadas de ideologías compartidas. Las estrategias en el espacio de los flujos, son deslocalizadas; buscan conectar identidades, objetivos, ideologías y visiones de mundo compartidas. Identidad y solidaridad pasan a desempeñar papeles fundamentales en la formación de tales redes.

    Esa característica se asocia a lo que Castells llama de identidades de resistencia. Según él, la constitución de los sujetos se da en un contexto de “sociedades civiles en proceso de desintegración”. La identidad pasa a ser así un elemento de "resistencia comunal" (1999: 25).
  9. Multiplicidad de identidades / circulación de militantes. Permite la circulación de los militantes en las redes. Un mismo activista puede estar enmarañado en otras causas, con otros actores individuales y colectivos; puede militar en varios movimientos e, inclusive, transmitir sus reivindicaciones en las diferentes redes en que participa (a través de sus conexiones identitárias). Como la unión de sus miembros puede ser sólo específica o puntual, no es rara la participación de un individuo en un movimiento social donde comparte un interés con personas que, en otras dimensiones de la vida social, tienen aspiraciones, valores y creencias bien diferentes. Para Giddens (1991 y 1997), la auto-identidad es una característica fundamental de lo que llama “modernidad tardía”. En un escenario de creciente interconexión entre la intencionalidad con “la extencionalidade” – capacidad de interacción con elementos cada vez más globales – al individuo se le hace posible negociar una serie de estilos de vida y opciones de vida, construyendo su identidad en términos de su interacción dialéctica con lo global. Castells, la hablar de la construcción social de la identidad, llama de “identidad de proyecto” cuando “los actores sociales, utilizándose de cualquier tipo de material cultural a su alcance construyen una nueva identidad” (Castells, 1999: 24). La identidad “de proyectos” está relacionada a la construcción de proyectos de vida por prolongación de la identidad y experiencias del individuo, que dan espacio al surgimiento de nuevos sujetos (id., ib.: 26).

  10. Identidad difusa. El anonimato y la multiplicidad de identidades potencian las formas de activismo. Pero también por esa razón es que cada es vez más difícil tratar de cuestiones identitárias de los movimientos sociales. Los intereses de los individuos que los vinculan a las redes son cada vez más cruzados, diversos y frecuentemente tenues. Se lucha cada vez más alrededor de códigos culturales, valores e intereses diversos. Esa lucha se da cada vez menos a partir de los individuos y más sobre la construcción de sujetos sociales. Esa complejidad característica de los movimientos sociales contemporáneos es destacada por algunos autores, como Melucci. Para él, sus estructuras son cada vez más difíciles de que sean especificadas como actor colectivo, poseyendo “formatos cada vez más indistintos y densidades variables” (Melucci, 1996: 114).



5.Conclusión

En el transcurso de este texto, buscamos mostrar como las TIC, con especial atención a la Internet, proporcionaron nuevos horizontes para el activismo político. La “apropiación” de espacios en la red mundial por los movimientos sociales ha contribuido para el fortalecimiento de las demandas sociales al ofrecer ciertos tipos de organización, formas de articular acciones y de hacer política que no se conocían antes.

Articulaciones de grande escala o manifestaciones con apoyo diversificado y masivo, como las ocurridas por ocasión de las cúpulas y reuniones de la G7, OMC, FMI, Banco Mundial, Forum Económico Mundial y de la Guerra de Irak, no podrían ser realizadas por esos movimientos sociales hace algunos años atrás – o, por lo menos, sin una dificultad mucho mayor. El uso intensivo de las TIC permitió que, de forma contraria o independientemente a los medios tradicionales y tipos de control social, desde centenares de nodos, formados por colectivos de activistas de todo tipo, un enorme flujo de informaciones circulara, resultando en algún nivel de concienciación y una eficiente articulación de medios, recursos y estrategias para grandes movilizaciones.

Hay que llamar la atención de que tales cambios en las estructuras y formas de actuación de los movimientos sociales están en una etapa inicial. Hay un gran horizonte de transformaciones por la frente, considerando la falta de conexión en muchos países del mundo, el analfabetismo digital o las dificultades y límites ocasionados por la alfabetización digital tardía de los estratos de edad superiores, el predominio de sectores de la clase media y alta en tales organizaciones y, sobre todo, porque se trata de transformaciones operadas en su mayoría por una generación que aún tiene que asumir posiciones más importantes en la sociedad. Tales transformaciones dependen aún de la asimilación de nuevas prácticas culturales, aún presentes en sectores minoritarios de la sociedad global y el surgimiento de una nueva generación mayoritariamente habituada al uso de tales herramientas.

Tales tecnologías han permitido no sólo la formación, sino también la existencia de nuevos entes políticos. Conforme ya descrito, varios actores sociales surgen o se forman apoyados en redes y subredes menores, especies de células “durmientes”, que pueden ser activadas a cualquier momento, según una lógica relacionada con elementos identitários, valores e ideologías. Se trata, pues, de un juego en que las múltiples identidades sociales, intereses e ideas se articulan y se combinan con gran dinamismo en torno a objetivos y fines específicos y determinados. Lo que llamamos de fuerzas “durmientes”, nada más son que mentes – o personas – conectadas que individualmente pueden poco más que indignarse frente a situaciones de injusticia, pero como parte de una red, se sienten encorajadas a desencadenar acciones. Los movimientos sociales articulados en red tienen el poder de agregar esas “identidades individuales”, frecuentemente anónimas y dispersas, activando los elementos identitários de solidaridad.

Para poder hacer frente a los intereses de grandes actores, los movimientos sociales tienen como principal recurso – y, por veces, el único – la información. Estratégicamente difundida, y aliada a formas de articulaciones tradicionales – como manifestaciones, protestas, campañas mundiales –, la información y el conocimiento pueden eficientemente desencadenar procesos de cambio social. La información es sólo una materia bruta que puede ser transformada en ideología. De ahí que los movimientos sociales se orientan cada vez más alrededor de los medios de comunicación – cuyo poder de persuasión puede ser, por veces, mucho más poderoso que, por ejemplo, el uso de la fuerza – para difundir y compartir valores, visiones de mundo y experiencias. En ese contexto, vale recordar del concepto de repertorios “de la acción colectiva”, de Tilly (1978). Aprendidos por la tradición política, por la participación y por su circulación en los mass media, esos “repertorios” son responsables por un mayor alcance y más posibilidades de la acción colectiva. Bajo ese enfoque, innovación, difusión e incorporación de ciertas formas de acción colectiva dependen de la rutina de la población, sus experiencias, organización y modelos de sociedad a la que son expuestos. Con el aumento del uso de las tecnologías de información y comunicación, tales repertorios son cada vez mayores. Experiencias, modelos sociales, valores y signos culturales son cada vez más difundidos, confrontados y compartidos, creando un amplio horizonte de transformación simbólica y social.

En ese contexto, se consolida también la tendencia de que la mayor parte de los movimientos sociales a través de la red se oriente por valores universales, como derechos humanos, de minorías, libertad de expresión, preservación ambiental y otros, reivindicando las garantías de las leyes del moderno Estado democrático - aunque sea para transgredirlas. Tales valores, por el hecho de que sean cada vez “más universales”, crean fuertes identificaciones que facilitan la integración en el plan axiológico y simbólico de movimientos sociales que actúan en contextos políticos y culturales aparentemente muy diferentes.

Lo que teje tales redes de colectivos sociales son relaciones, conflictos y procesos políticos y sociales que ocurren en la sociedad, cuyas causas y consecuencias se entrelazan en el entorno cotidiano cada vez más compartido de los actores. Así como otros aspectos de las relaciones sociales mediadas por ordenadores, los conflictos y los procesos de cambio reverberan y se difunden en las redes telemáticas hasta alcanzar lo cotidiano de las personas y “conquistar” sus mentes. Los agenciamentos para el cambio social hoy ocurren bajo nuevos contornos, en que interacción, intención, conexión, identidad y acción desempeñan papeles cada vez más fundamentales, haciendo con que los actores sociales tengan una extensión e influencia cada vez mayor, creando uno ambiente propicio a la emergencia de nuevas formas de acción colectiva y organización social.


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    Notas
  • [1] - Mientras miles de webs, de todas las partes del mundo, pero principalmente de los EUA y del Oriente Medio, divulgaban o comentaban noticias e informaciones sobre la guerra del Irak, webcams transmitían ininterrumpidamente imágenes en vivo de Bagdad. Por otro lado, soldados, víctimas y familiares de los envueltos en el conflicto aprovisionaban la red, a través de los blogs, con informaciones venidas del front. Así, se puede acompañar a partir de ambos lados y bajo los más diferentes prismas, noticias venidas de las zonas de combate. En algunas webs, como el www.bodycount.org, era posible acompañar el número de víctimas fatales y no fatales del conflicto (Machado, 2003).
  • [2] - Para ver as listas: http://lists.indymedia.org/ .
  • [3] - Ver http://docs.indymedia.org/
  • [4] - Ver http://www.citzentrade.org/
  • [5] - Es así que se define el Nodo50: “proyecto autónomo de contra-información telemática orientado a los movimientos sociales, una asamblea independiente que proporciona servicios informáticos y comunicativos a la personas, grupos y organizaciones de izquierda, un servidor de Internet en que confluyen voces antagonistas y alternativas desde un amplio espectro político; un centro de encuentro, difusión y contra-información para los sin voz, disidentes, subversivos, utópicos y desencantados... Nada más y nada menos” (Nudo50, 2004).
  • [6] - La lista completa de las organizaciones que componen el Nodo50 puede ser encontrada en la página http://www.nodo50.org/organi.php?x=%.
  • [7] - La comunicación y el flujo de información desempeñan papeles tan importantes para la conexión de las organizaciones en red, que surgió hasta un “servicio” para divulgar el calendario de protestas y eventos de este género en el mundo – el Protest.net.
  • [8] - Una de las formas más utilizadas de ataque, hasta por su simplicidad, es el denial of service distribuido, que envía miles de requisito al mismo tiempo a un servidor hasta llevarlo "abajo". Un grupo de hacktivistas que lo utiliza es el Electronic Disturbance Theater, que hasta desarrollaron un software llamado Floodnet. En 2002 ese mismo grupo llevó abajo el servidor de la web del Forum Económico Mundial, durante su realización en Nueva York, perjudicando organizadores, participantes y periodistas que dependían de las informaciones, boletines y documentos del evento difundidos por el servidor.
  • [ 9 ] - Melucci (1996) las llama de "redes sumergidas".