De la Bipolaridad a la Globalización Neoliberal


por Prof. Dr. Jorge Alberto S. Machado (www.sociologia.de/jm)

Universidade de Campinas - BRASIL

(versión adaptada de parte de la tesis Lo Global y lo Local en Brazil: la Reestructuración Neoliberal y su Impacto en las Ciudades.- 2001)

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ref.: Machado, Jorge A. S. (2000), De la Bipolaridad a la Globalización Neoliberal, http://www.forum-global.de/bm/articles/inv/bipol.htm


Antes de exponer las teorías de la globalización y mostrar los variados esfuerzos interpretativos hechos sobre ese fenómeno, nos parece necesario hacer una breve introducción sobre los precedentes que envuelven lo que llamamos de globalización neoliberal, que, a nuestro juicio, está directamente asociada al fin de la bipolaridad post Guerra Fría.

Las profundas transformaciones por las que pasó la humanidad, en lo que dice respecto a sus estructuras sociopolíticas en los últimos dos decenios hasta llegar a la actual configuración, tiene como sus más directos precedentes el orden que sucedió a la Segunda Guerra Mundial. La catástrofe ocasionada por la guerra resultó fundamental para propiciar un profundo cambio que conduciría a una de las características más evidentes de la globalización: el alzamiento de los Estados Unidos como potencia hegemónica mundial. La bipolarización, que constituyó el fenómeno más ilustrativo del período de la posguerra, fue consecuencia del gran debilitamiento de las antiguas potencias europeas y el surgimiento de los nuevos centros de decisión y poder mundial - Estados Unidos y URSS. Estos dos grandes centros de poder, con sus visiones antagónicas de la sociedad y con pretensiones políticas-ideológicas opuestas serían, desde entonces, los principales protagonistas políticos de los acontecimientos históricos en los cuarenta y cinco años siguientes a la posguerra. Sus decisiones y el equilibrio de fuerzas que tenían, fueron determinantes en la constitución del orden político mundial en estos años (França Filho, 1998).

En las Conferencias de Yalta y sobre todo de Potsdam, ambas en 1945, Stálin, Churchill y Roosevelt diseñaron el nuevo mapa europeo, consagrando los espacios de dominación americano y soviético. Después de la Segunda Guerra Mundial, con la creación de la Organización de las Naciones Unidas - en cambio de la fracasada Liga de las Naciones (1) -, se comienza a promover y a aceptar ampliamente un nuevo modelo de derecho y accountability internacional. La regulación internacional proyectada por la carta de la ONU estaba protagonizada por Estados soberanos, reunidos en una miríada de relaciones, conminados a resolver sus desacuerdos por medios pacíficos en la arena política y conforme a criterios legales. En principio estaban sujetos a severas restricciones al uso de la fuerza y constreñidos a observar nuevas normas a fin de respetar ciudadanos extranjeros cuando en su territorio o a los propios nacionales. Pero cada país interiorizaba esas reglas a su manera y la nueva relación de fuerza entre esas naciones surgidas del escenario de la posguerra terminó por ser contemplada en la configuración de la ONU.

Dado el fracaso de la antigua Liga de las Naciones, la arquitectura de esta nueva institución fue hecha para emplazar la estructura de poder internacional emergente. La división del globo según la influencia de poderosos Estados-naciones, con diferentes conjuntos de intereses geopolíticos, fue reflejada en la concepción de la Carta da ONU. En consecuencia, esta institución fue prácticamente inmovilizada como actor autónomo en varias cuestiones premiantes (Hobsbawn, 1996; Held 1997; Amin; 1999, Evans, 1997). Una muestra obvia de esas diferencias es la constitución del Consejo de Seguridad de la ONU. Además de la prominencia económica y / o militar de las naciones hegemónicas - que se traducía, naturalmente en otras formas de poder -, el status político privilegiado añadía autoridad y la legitimidad necesaria a cada uno de los Estados más importantes (2).

Con el establecimiento de un nuevo orden, legitimado por una nueva y más fuerte institución política mundial, comienza la primera "demarcación" de las zonas de influencia en el escenario bipolar. Las áreas ocupadas inicialmente por las tropas soviéticas en el Este se volvieron socialistas con el determinante apoyo a los partidos comunistas y grupos de izquierda locales al establecimiento de nuevos gobiernos. La presencia soviética luego se mostraría efectiva y continua bajo su influencia política y ayuda económica y siendo la garantizadora del proceso de planificación de la economía y de la implantación del ideario comunista en estos países. Los Estados Unidos, a su vez, pasan a ser el exponente máximo del mundo capitalista y consolida su hegemonía sobre los países industrializados, y sobre todo, ante las destrozadas ex potencias de la Europa Occidental.

La busca de ampliación de las respectivas zonas de influencia por el resto del mundo condujo a un continuo deterioro en las relaciones de los dos países. La formación de una amplia y rígida red de seguridad con la consecución de las alianzas militares como la Organización del Tratado del Atlántico Norte o el Pacto de Varsovia - además de otros pactos y acuerdos bilaterales y multilaterales de defensa regional - es la materialización de la Guerra Fría. Ese conflicto indirecto, tenso y no declarado entre las dos potencias se expandió por todo el globo. Las guerras de las Coreas, de Vietnam, de Afganistán y la crisis de los mísiles en Cuba son ejemplos históricos de espinosos momentos por los cuales pasó la humanidad en esos años.
Ese equilibrio entre las dos potencias se fundamentó, sobre todo, en el poderío nuclear, el dominio de tecnología militar de destrucción masiva, sustentándose, por lo tanto, en la idea de la mutua destrucción de los contendientes en el caso de un eventual conflicto bélico entre ambos. La capacidad de destrucción recíproca comportó la dualidad política de la no confrontación directa - que por sus probables consecuencias sería suicida. El ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger expresó lo que significaba la Guerra Fría en su auge:

"La diplomacia contemporánea se desarrolla en circunstancias sin precedentes. Raras veces existió menor base de entendimiento entre las grandes potencias y, desde luego, jamás se cohibió el uso de la fuerza (...)" (3).

Hubo una interacción entre los intereses de las grandes potencias, en su disputa bipolar, hacia los actores políticos menores en conflictos regionales, muchas veces de carácter étnico - en este último caso, encima de todo, en las ex colonias africanas - que fueron politizados en sus desiguales subsistemas regionales de poder. De esta forma, el equilibrio geopolítico internacional entre los dos polos se transformó en un ajedrez político y militar, dónde la búsqueda de aliados internacionales - aunque con importancia secundaria en el plano mundial - tendía a potencializar conflictos locales y rivalidades regionales. De acuerdo con la descripción del ex secretario de la Defensa estadounidense, Robert MacNamara, bajo ese conflicto ideológico hubo 125 guerras en el Tercer Mundo, que costaron la vida de 40 millones de personas. Aun según él, en la década de 1980, los países del Tercer Mundo tuvieron gastos militares de aproximadamente doscientos mil millones de dólares anuales (cf. Velloso y Martins, 1994: 35).

El principio del fin de esta tradicional geopolítica que regía las relaciones internacionales desde la posguerra fue señalado por la caída del muro de Berlín. Pero el sistema de economía planificada ya presentaba señales de agotamiento hacía algún tiempo. La frágil sustentación económica de la Unión Soviética y las demandas populares por la democracia, catalizadas por el gobierno Gorbachov aceleraron el proceso de superación de la Guerra Fría. La influencia de los "vientos" de la Glasnost y el nivel de desgaste en que se encontraba el sistema político-económico de la antigua Alemania Oriental en el gobierno Honecker propiciaron la posibilidad de que las protestas populares ganasen mayores dimensiones, al paso que no fuesen reprimidas por las fuerzas de seguridad interna - hecho histórico en que fue determinante la firme posición de Gorbachov, de no apoyar cualquier forma de represión violenta a la multitud.

Desde ahí la antigua división bipolar hegemónica dio espacio a un nuevo orden con nuevos actores políticos internacionales, surgiendo en el vacío dejado por la Unión Soviética, y definitivamente, después del colapso de esta en 1990. El proceso avanzó a una velocidad extraordinaria, con la manifiesta voluntad de los países de Este europeo de desmarcarse de su pasado reciente e integrarse a la comunidad internacional, saliendo del aislacionismo que permeó sus políticas externas desde los tiempos de la Guerra Fría. De esta forma nuevos foros de diálogo fueron apareciendo, así como la apertura económica, la inclusión de nuevos temas en la agenda internacional, incluyendo ya una nueva y diversa miríada de actores. Eso pasaba sin no tener más como el telón de fondo el debate ideológico comunismo-capitalismo, pero sí en un escenario de integración global en busca de la defensa de los intereses económicos singulares y / o regionales.

La consecuencia principal de ese cambio fue la formación de un nuevo orden mundial, evidenciada por el unilateralismo político-militar estadounidense, disfrazado de multilateralismo, a través de las decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas - incapaz de asegurar y garantizar la paz, teniendo una actuación de carácter más legitimador (França Filho, 1998: 107). La euforia de la Posguerra Fría también estimuló la proclamación del triunfo de la economía de mercado y de la exaltación del ideario reformista neoliberal, supuestamente más ajustado a las demandas de este nuevo orden global. Otra consecuencia fue el alzamiento de nuevos liderazgos regionales, como Alemania, Japón, China - y otros países más, de acuerdo con el punto de vista - que permanecían políticamente menos activos y ahora, dentro de la realidad del predominio del poder económico sobre el ideológico-militar, alcanzaron una proyección más acentuada en el contexto internacional.

Según Giddens, en retrospectiva a lo que sucedió con la Unión Soviética, esta nación, lejos de sobrepasar a los Estados Unidos, se "quedo trágicamente regazada (...). La teoría económica del socialismo fue siempre inadecuada, infravalorando la capacidad del capitalismo para innovar, adaptarse y generar una productividad creciente. El socialismo tampoco logró captar la importancia de los mercados como provedores de información, que ofrecen datos esenciales a compradores y vendedores. Estas insuficiencias sólo se revelaron en su total magnitud con los intensos procesos de la globalización y el cambio tecnológico de los primeros años de los setenta en adelante" (Giddens, 1999: 15). Por otro lado en este nuevo orden, muchos nuevos problemas surgieron, como la multiplicación de los conflictos regionales, los nacionalismos latentes, los odios étnicos como en Yugoslavia - que estaban soterrados, pero vivos bajo el cemento ideológico del comunismo - y los conflictos religiosos. Las fronteras dibujadas artificialmente e impuestas por los europeos en las ex colonias de África y Asia también ahora actúan como desencadenadoras de la rivalidad, del odio y de la disputa política entre los diferentes grupos étnicos que comportan.
Este escenario de débil paz mundial y de innumerables disturbios y conflictos que permean este nuevo orden mundial parecen no solamente nutridos por el atraso económico y social - que reconocidamente potencializa los odios e incomprensiones -, pero también por las gritantes desigualdades Norte-Sur, por el abismo tecnológico y sobre todo, por la actual incapacidad global de ecuacionar esos problemas. En al actual contexto sentido, vale citar las palabras del ex secretario de Defensa estadounidense Robert Macnamara (cf. Velloso y Martins, op. cit.: 5):

"Como bien demostró la crisis de Irak, el mundo del futuro no será un mundo sin conflictos, bien sea entre grupos dentro de una nación, bien a través de las fronteras nacionales. Las diferencias raciales y étnicas siempre subsistirán. Conforme progresen las sociedades se producirán revoluciones políticas. Las disputas históricas sobre las fronteras políticas proseguirán. Las diferencias económicas entre las naciones se intensificará en la medida que la revolución tecnológica del siglo XXI se extienda sobre el globo de forma desigual."

El nuevo orden internacional, pos Guerra Fría, aún que sea considerada "multipolar", es evidentemente marcada por el predominio hegemónico estadounidense, en que el poderío militar, con el colapso del comunismo - que proporcionó el triunfo fundamental en el front ideológico - se ha sumado al ciclo de prosperidad económica de este país. El marco de ese "nuevo" liderazgo norteamericano definitivamente se dio durante los precedentes a la guerra del Golfo, con las gestiones de Estados Unidos junto a las Naciones Unidas (4) y el Consejo de Seguridad. Desde entonces, este país pasó a ser el centro del poder político y económico mundial. Como consecuencia es allí dónde se toman la mayor parte de las decisiones que afectan al resto del mundo. Esto ilustra muy bien una de las características de la globalización neoliberal, la excesiva concentración de poder económico y político en manos de pocos actores - y principalmente en un país - y la asimetría de la concentración espacial del mismo en pocos locales.





Notas:

(1) Sobre el fracaso de la Liga de las Naciones, afirma Held que "abunda la evidencia que respalda la hipótesis de que eran pocos los Estados, particularmente los más poderosos, que estaban dispuestos a renunciar a uno de los componentes esenciales de la idea de soberanía: la libertad de poder definir al amigo y al enemigo y de poner en marcha las políticas más adecuadas para sus propios fines. Los sistemas de discusión, arbitraje y garantía de la Liga se encontraban demasiados lejos de las realidades de la política de poder" (1997: 114).

(2) Como un autor sugiere, "el fracaso de la Liga persuadió a los diseñadores de la siguiente organización de que para asegurar la paz internacional lo mejor no era rechazar el ordenamiento jerárquico de los Estados, sino reconocer debidamente la necesidad de esa jerarquía en cualquier sistema de seguridad" (Clark, I.; The Hierarchy of States: Reform and Resistence in International Order, Cambridge University Press, Cambridge, 1989, cit. en Held, 1999: 115). Held hace una evaluación interesante acerca de la creación de la ONU. Según él, algunas de las deficiencias atribuidas al carácter de sus actuaciones deberían ser "reinterpretadas y vinculadas con un sistema de Estados mismo (...). Por otra parte, el sistema de la carta de la ONU fue claramente innovador e influyente en varios sentidos. Representó un foro internacional ante el cual todos los Estados son iguales en ciertos aspectos, un foro de particular importancia para los países en desarrollo y para aquellos en búsqueda de una base para alcanzar soluciones de 'consenso' a los problemas internacionales. También ofreció un marco para la descolonización y la puesta en marcha de reformas de las instituciones internacionales. Más aún, suministró una concepción valiosa a pesar de todas sus limitaciones, de un nuevo orden mundial basado en el acuerdo de los gobiernos y, en circunstancias propicias, de una entidad supranacional en defensa de los derechos humanos en asuntos mundiales" (Held, 1997: 116).

(3) Citado en Demétrio Magnoli, O Mundo Contemporâneo, ed. Ática, São Paulo, 1990, p. 51.

(4) De acuerdo con Kagian Jules, en el Middle East International (21 oct. 1994), Madeleine Albright informó al consejo de seguridad que estaba dudando de la eficiencia de una resolución determinada por Estados Unidos acerca de Irak y declaró que los Estados Unidos seguiría actuando de manera "multilateral, cuando podamos, y unilateral, cuando tengamos que hacerlo." Mientras que Irak sufría las consecuencias del bombardeo norteamericano, sobre la doctrina estadounidense empleada, el presidente Bush afirmaba "que hagan el juego como quieran, pero en el mundo real se hace lo que nosotros decimos." (cf. Chomsky y Dieterich, 1999




Referencias:

Amin, Samir (1999) El Capitalismo en la Era de la Globalización, Paidós, Barcelona.

Chomsky, Noam; Dieterich, Heinz (1998) La Aldea Global, 3a edición, Txalaparta, Tafalla.

Evans, Peter (1997) The Eclipse of the State - Reflections on Stateness in an Era of Globalization, in World Politics, vol. 50, octubre, Princeton, pp. 62-87.

França Filho, Marcílio Toscano (1998) Integración Regional y Globalización de la Economía: Las dos Caras del Nuevo Orden Mundial, in Revista de Estudios Políticos (Centro de Estudios Políticos y Constitucionales), n. 100, abril/junio, Madrid, pp. 111-123.

Giddens, Anthony (1999) La Tercera Vía - La Renovación de la Socialdemocracia, Taurus, Madrid.

Held, David (1997) La Democracia y El Orden Global - Del Estado Moderno al Gobierno Cosmopolita, Paidós, Barcelona.

Hobsbawn, Eric (1997) A Era dos Extremos: O Breve século Vinte e Um - 1914-1991, Companhia das Letras, São Paulo.

Veloso, A.; Martins, C. (1994) A Nova Ordem Internacional, Brasiliense, São Paulo.