Globalización: Aspectos Políticos-Económicos - Los Actores de las Transformaciones

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Por Prof. Dr. Jorge Alberto S. Machado (www.forum-global.de/jm)
Universidade de Campinas - BRASIL


Referencia:
Machado, Jorge A. S. (2001), Globalización: Aspectos Políticos-Económicos - Los Actores de las Transformaciones, http://www
.forum-global.de/bm/articles/inv/gloaspect.htm

Tal vez sea esta la dimensión más importante de la llamada globalización. El hundimiento de los mercados, las megafusiones, la internacionalización de los procesos productivos y, sobre todo, el crecimiento notable del capital financiero y de su capacidad de tránsito - apoyado por el desarrollo de las tecnologías de comunicación - son fenómenos transformadores que transbordan la arena económica para ser los elementos motores de la interconexión global. Esto pasa de tal forma que hoy es imposible desvincular una cosa de otra - la política de la economía -, en un proceso continuo en que el debate político se vio reducido considerablemente post el derrumbe del mundo comunista.

En la dimensión económica y política se destacan grandes actores globales, resultando difícil explicar muchas de las transformaciones contemporáneas sin hablar de ellos. Hay que decir que muchos de estos actores no son nuevos e incluso hasta son muy conocidos por sus tradicionales mecanismos de presión y forma de actuación singular o corporativa. Otros, a su vez, fueron formándose y cristalizándose para hacer frente a intereses específicos. Entre ellos se incluyen las grandes corporaciones empresariales, las entidades estatales supranacionales, los grandes conglomerados bancarios, los organismos internacionales de fomento y desarrollo y las entidades sectoriales. La lista podría ser mayor si incluyésemos las organizaciones y asociaciones comerciales, las organizaciones no-gubernamentales, las alianzas militares para seguridad y defensa o las organizaciones criminales internacionales.

La formación de nuevos acuerdos, tratados y el proceso de regionalización o mundialización del espacio económico de la misma forma que crearon nuevos actores aumentaron el dominio y / o la capacidad de actuación de otros. Esto hizo que muchos de los actores políticos y económicos transbordasen cada vez su dominio sobre las fronteras políticas entre los Estados, de tal forma que los procesos locales de decisión volviesen más permeables a la influencia de las decisiones de esos actores. Paralelamente a esto, tanto la capacidad de articulación política de los Estados, bien como sus mecanismos de gestión y control se viran en una situación de creciente desafío para hacer frente a la presión de sus actuaciones.
En este punto se debe poner de relieve la fuerza que tienen las decisiones adoptadas por organizaciones regionales o supranacionales como, por ejemplo, la Comunidad Europea, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio (OMC). Estas organizaciones disminuyen el espectro político de decisiones de las entidades políticas locales y de las propias "mayorías" nacionales. Podría incluirse también hasta los movimientos sociales, grupos de presión especiales y lobbys sectoriales que, junto con las citadas organizaciones internacionales contribuyen a alterar la forma dinámica de las relaciones intra y supra estatales y de la propia sociedad. Esto evidencía la frecuencia a la que muchas veces los procesos democráticos internos de los países están también sometidos al orden del sistema global.

Se debe destacar también que la interdependencia entre los Estados y el fortalecimiento de los actores no-estatales y supraestatales causa una acción reflexiva de la sociedad y de los Estados. Así pues, se observa la proliferación de los acuerdos internacionales y de nuevas formas de cooperación intergubernamental en el intento de controlar los efectos indeseables provocados por la esta interconexión. Por lo tanto, la interdependencia entre los Estados acaba por convertirse en un proceso que, de alguna manera, prácticamente se "retroalimenta".
En suma, vistas las recientes transformaciones, los Estados vienen perdiendo gradualmente la capacidad autónoma para dirigir y coordinar la implementación de determinadas políticas públicas, lo que ha dado lugar al incremento de los actores globales no-Estado y el aumento y la potencialización de la interdependencia, en una expansión tanto vertical como horizontal - entre los Estados - del poder de los actores globales. Esto todo se traduce en una pérdida mayor de control por parte del poder local.
En lo referente a la dimensión política y económica, se expone a la continuación lo que sería el papel de los principales actores en este proceso, comenzando por los Actores-Estado.


Los Actores-Estado

El Estado tiene que hacer frente a un conjunto de problemas políticos que no se pueden resolver adecuadamente sin la colaboración de otros Estados y actores internacionales no estatales. Los Estados dejan de ser las únicas unidades políticas para resolver los problemas políticos, sociales y económicos clave ni para dirigir y coordinar con efectivo control el amplio espectro de instituciones públicas. Su actuación se ve interferida, e incluso por ocasiones anulada, por instituciones u organismos de alcance transnacional. Para poder controlar los efectos desestabilizadores que acompañan al proceso creciente de interconexión, los Estados terminan siendo constantemente compelidos a aumentar el nivel de integración política con otros Estados e impulsar negociaciones y acuerdos que fortalezcan y creen instituciones multilaterales. Esa misma dinámica erosiona la distinción entre asuntos externos e internos, entre política internacional y local, leyes de ámbito internacional y legislaciones nacionales. El Estado pasa a convertirse en una arena fragmentada de elaboración de políticas, permeado por los grupos internacionales, ya sea gubernamentales o no gubernamentales, así como las agencia e instituciones domésticas.
La consecuente pérdida por parte del Estado de la eficacia de muchos mecanismos e instrumentos de regulación y control de actividades dentro de su espacio territorial, como gestión económica, defensa, comunicaciones y aparatos administrativos y legales se concreta en una reducción efectiva de la influencia de los gobiernos sobre las actividades de los ciudadanos. Al mismo tiempo el Estado disminuye y se retira de la vida de los ciudadanos, su responsabilidad social no es satisfecha por un "poder global" o substituida por los actores globales, lo que deja un vacío que da margen a la incertidumbre, inseguridad y pérdida de referenciales, en un proceso de cambio que crea expectativas diferentes de la misma forma que actúa y distribuye desigualmente sus beneficios en los entornos locales.
La disminución continua de la arena estatal en el ámbito político y económico resulta en un proceso de evidente pérdida de su autoridad. Empero, esto no significa que el Estado está siendo eclipsado por el hecho de estar volviéndose más dependiente del comercio y de las inversiones privadas. Afirma este autor que los indicadores internacionales muestran que la "credibilidad" del mercado está asociada a un papel más relevante del Estado que reducido. Sobre todo, si observadas las naciones que han obtenido más éxito económico en los últimos treinta años, lo que sugiere que el alto contról estatal puede a menudo ser una ventaja competitiva en una economía globalizada. Desde este punto de vista, los países que han logrado obtener los mejores resultados en la economía globalizada, coinciden con aquellos que tienen mayor poder de control sobre la misma . Lo que sugiere la alta estaticidad de estos, sería la capacidad que tienen de poder articular autónomamente políticas domésticas y externas que beneficien a sus intereses.


Los Mercados de Capitales

El cambio más substancial de la actual globalización es observado en los mercados financieros, lo que es llamado también de globalización financiera. La financierización de la economía mundial comienza ya en los años 80, con una notable concentración de inversiones externas de los países centrales en el propio centro. Con esto en lugar de expandirse sobre la periferia mundial, la enorme masa líquida de capital fue se concentrando en el centro, principalmente en los Estados Unidos. Este país se transforma en el centro de la especulación financiera global y pasa a drenar el capital internacional para las cada vez más sofisticadas y arrojadas operaciones de riesgo y inversiones en los diferentes mercados de capitales.
Con la cooperación del notable desarrollo de los sistemas de comunicación, los mercados crecieron en una proporción tal que salieron del ámbito de economía real. La inmensa mayoría de sus operaciones no son de carácter comercial, sino actuaciones de carácter especulativo. Con la creciente liberalización de la economía, los mecanismos de control gubernamentales - sobre todo de las débiles economías de los países del "Sur" - se ven substancialmente enflaquecidos frente a la intensiva y veloz actuación de estos capitales . El poder desestabilizador que tienen y la dificultad de control sobre ellos hace que su equilibrio consista en uno de los mayores desafíos para las instituciones monetarias nacionales e internacionales.
El sistema financiero desarrolló, en la estera del desarrollo de los sistemas de comunicación, una capacidad tecnológica e informacional para rastrear el planeta sin descanso en busca de oportunidades de inversión, pasando de un país para otro en pocos segundos. Esos capitales fluyen continuamente y virtualmente convergiendo en los mercados locales donde puedan encontrar las condiciones más lucrativas y en una estancia temporalmente variable conforme las condiciones de atractividad de este u otros mercados.
Los mercados financieros mundiales, caracterizados cada vez más por la incertidumbre y el prevalecimiento de la especulación, han creado un escenario de constante inestabilidad y miedo. Uno de los orígenes principales de esta inestabilidad ha sido la liberalización y desreglamentación que los mercados locales sufrieron, sobre todo al principio de la década de noventa, que ha traído consigo la virtual universalización del mercado de capitales. Otro factor, ligado al anterior, es el crecimiento de las llamadas "burbujas financieras", en que los niveles de ganancias son tan altos como los riesgos, mientras no haya un movimiento repentino de salida de los inversores. De esta forma, resulta cada vez más difícil controlar las crisis financieras, que se propagan con inusitada rapidez por todo el planeta, afectando a las economías más frágiles, donde el capital especulativo no encuentra refugio seguro.
El crack de la bolsa de Nueva York en 1987 fue el primer temblor financiero desde la crisis del petróleo en los setenta. Después, en los años noventa, los temblores que afectaron a México, Asia, Rusia y Brasil fueron acompañados de fuertes oscilaciones de los tipos de cambio y de la balanza de pagos entre los principales bloques económicos, que alteraron igualmente el funcionamiento de una economía globalizada, aun careciendo de instrumentos globales de regulación. Como todavía no se llegó a un nivel de integración para establecer instrumentos de regulación en plano mundial, esta función es realizada de cierta manera por las economías más fuertes de los países centrales, a través de sus bancos centrales, lo que no significa una garantía de estabilidad para todo el sistema. Ese cuadro hace que haya una tendencia mantenida hacia una progresiva pérdida de la capacidad de control de lo que ocurre en el plano financiero mundial, a despecho de las sucesivas reuniones del Grupo de los Siete, OMC y las pocos efectivas actuaciones del FMI.
Los gigantescos fondos de inversiones, los conglomerados bancarios y los megaespeculadores constituyen importantes actores de relieve en lo que atañe a la magnitud de sus actuaciones en el mercado financiero. El creciente poder desestabilizador que ellos poseen en la economía consiste en uno de los mayores desafíos para las políticas económicas de los Estados-naciones. El movimiento anárquico y descontrolado de los flujos de capitales puede tener un efecto avasallador y con trágicas consecuencias sociales, como fue visto en las crisis ocurridas en la última década. Ejemplo de esto es el caso asiático, donde el rápido crecimiento de los primeros años de la década de 1990 seguidos de la desreglamentación de los controles de los flujos financieros atrajeron la afluencia de capitales hacia los países del Este Asiático. El volumen financiero invertido en los mercados de Indonesia, Corea, Malasia, Filipinas y Tailandia totalizaba 93 mil millones de dólares en 1996. En 1997, una súbita turbulencia en los mercados hizo que, en apenas dos semanas, un volumen equivalente a 105 mil millones de dólares - lo correspondiente al 11% del PNB de estos países - circulase frenéticamente, llevando a la quiebra de esas bolsas y a una salida líquida de 12 mil millones de dólares, conduciéndolos a una profunda crisis económica, recesión y grandes tensiones sociales.
En la Crisis del México, en un esfuerzo conjunto, FMI, Banco Mundial, los grandes países y algunos Estados vecinos del continente aportaron a ese país la cuantía de 51,6 mil millones de dólares para salvar su economía del desastre. En la crisis de 1999 en Brasil - atribuida como siendo reflejo de la de Rusia -, el FMI aportó la suma de 41,5 billones a este país - a tipos de interés del 12% al año, vale destacar. La economía globalizada no está libre de otras crisis como estas, considerando la velocidad y el volumen que circula por las bolsas del mundo. Para tener una dimensión de esto, los tres mayores fondos de pensiones norteamericanos - Fidelity Investiments, Vanguard Group, Capital Research and Managment controlaban juntos, en 1995, la suma de 500 billones de dólares. Estos gigantes de las finanzas tienen una actuación especulativa que puede provocar reacciones en cadena en todo el sistema que suplantan la capacidad de los bancos centrales para mantener la normalidad de sus economías.
Frente a la actuación del mercado, el Estado se ve en una encrucijada. Una tentativa de alzamiento de nuevas barreras para los flujos financieros o para la integración de la economía internacional tendería a representar costes económicos y políticos mayores y sería prácticamente inviable, vista la situación actual, en que predomina la economía sobre otros aspectos de la vida social , hecho que refuerza la necesidad de creación de nuevas formas de regulación transnacional que objetiva una actuación más concertada entre los Estados.
Sin embargo, actualmente, al contrario de lo deseable, las estructuras financieras internacionales han crecido en el sentido de volverse cada vez más como un "régimen privado" centrado en los mercados financieros, factor que se asocia a la propia erosión de la autonomía y autoridad del Estado. La creciente interdependencia entre los Estados extiende las consecuencias de la desreglamentación de los mercados financieros hasta las esferas políticas y sociales. De este modo, acaba constituyéndose una cadena, de la cual no se puede libertar fácilmente, en que las demandas locales se someten en considerable parte a las órdenes del plano económico.


El FMI y el Banco Mundial

Aunque surgidos en tiempos en que la interconexión e interdependencia eran mucho menores que hoy, la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, en la conferencia de Bretton Woods, en 1944, son ejemplos de la necesidad de coordinación mundial de la economía. Estas instituciones generaron un ambiente organizador especial para la gestión económica y supervisión de las reglas globales que gobernaban las relaciones monetarias de cambio. Sus principales propósitos actualmente son suministrar recomendaciones de carácter técnico, orientaciones económicas y préstamos financieros a las economías con grandes dificultades y actuar como un instrumento de consulta intergubernamental. Sin embargo, la importancia política y económica de estas instituciones crecieron mucho desde su creación hasta la actualidad, de forma que adquirieron un papel de relieve en el escenario del proceso de globalización, en vista de las condiciones que imponen para facilitar el acceso a los créditos, generalmente dirigidas al incentivo del libre mercado - y, por consiguiente, a la ejecución de reformas estructurales en las economías nacionales - que influyen en el equilibrio del orden económico y social.
A todo gobierno que pretenda obtener ayuda financiera el FMI frecuentemente se le impone como condición para liberar crédito o renegociar las condiciones de la deuda la adopción de medidas que restrinjan la expansión del crédito, restricciones al gasto público, devaluación de su moneda y reducción de los programas de asistencia. Invariablemente es también solicitada la necesidad de que el Estado receptor de la ayuda siga estrictas normas de austeridad fiscal y monetaria, apertura de la economía al sector privado, la remoción completa de las protecciones domésticas y mayor confianza en el mercado para la ecuación de los problemas productivos y distributivos. Aunque su política ha tenido varias fases, esos son requisitos también adoptados por el Banco Mundial, que, además de esto, a veces impone precondiciones relacionadas a medidas ecológicas y sociales.

De acuerdo con los datos del PNUD 1999, la deuda de los países "emergentes" creció un promedio del 222,5% entre el período 1985-1997. Esta relación contiene los países más endeudados del mundo, como Argentina, Brasil, China, Federación Rusa, México, Corea del Sur e Indonesia. De entre ellos, China y Federación Rusa fueron los que presentaron la peor variación en el período, con una elevación en sus deudas del 778,6% y un 340,0%, respectivamente. Si actualizamos este cuadro a valores del año 2000, las variaciones son aún más expresivas. En el caso de Brasil, la deuda externa que era de 193,22 mil millones de dólares en 1997, después de la crisis de 1999 sufrió un drástico incremento, cerrando el año 2000 en aproximadamente 260 mil millones de dólares. Pese al hecho de que la proporción de la deuda con relación al PNB entre los mayores deudores presentó una sensible reducción - con excepción de China, Indonesia y Federación Rusa - el promedio del endeudamiento de las economías emergentes creció un 222,5% respecto a 1985, siendo que ningún país experimentó una reducción efectiva de la misma.
Habiendo visto que las tasas de crecimiento de la deuda en los países en desarrollo alcanzaron cifras exorbitantes, no hay ninguna perspectiva a corto o medio plazo que los pagos de interés y amortizaciones efectivamente se reduzcan. En 1997, la deuda externa de los países en desarrollo excedió los 2 trillones de dólares, significando el 36% del PNB total de estos países. Este crecimiento corresponde a una variación de un 118,6% respecto a 1985. En 1999, los datos divulgados por la OCDE (2000) apuntaban una deuda total de aproximadamente 2,4 trillones de dólares para los países en desarrollo. Esto significa una evolución de un 20% entre el período 1997-9, representando un valor 162% mayor respecto al año de 1985. En su conjunto, esos países destinaban el promedio del 18,4% (1997) de sus recetas de exportación de bienes y servicios al pago de intereses y amortizaciones de la deuda externa. Según estos datos, divulgados por el propio Banco Mundial (ver PNUD 1999), algunos países de los más endeudados, como Nicaragua, Angola y Guyana destinan cerca de un 20% de su PNB para los servicios de pago de la deuda externa, al paso que gastan en educación y salud menos de un 10% del PNB. Este es el caso de la mayoría de los países de África Subsahariana, que forman el grueso de los 59 países que tuvieron el PNB por cápita reducido entre los años de 1980-96.
Como en el FMI los mecanismos de decisión son regidos por los derechos de voto - que son equivalentes a las contribuciones individuales aportadas por los miembros -, el poder de decisión está con los países del Norte, que detienen el grueso de estas contribuciones. Por lo tanto, en la toma de decisiones el poder geoeconómico está integrado con el poder político de estos países. La conducción de la política de préstamos y (re)negociación de las deudas de los países en desarrollo por las instituciones del Bretton Woods, que en lugar de resolver los problemas de esos países ha aumentado la dependencia y indirectamente contribuido para la agudización de los problemas sociales en estos países, es hoy objeto de muchas críticas por parte de organizaciones no-gobernamentales, especialistas y entidades civis, que reclaman reformas o la sustitución de estas organizaciones por otras más eficientes.
Paralelamente al incremento de la deuda de los países en desarrollo, las políticas llevadas a cabo por el Fondo Monetario Internacional han tenido poco resultado concreto para resolver a largo plazo el cuadro de crisis crónica de estos países. Incluso, por el contrario, ha contribuido más a la agudización de las tensiones sociales en los mismos, vistos los sacrificios sociales que implicaron.
La nueva conyuntura internacional demanda cambios urgentes en esa institución. Algunos de los problemas relativos al funcionamiento de ese organismo: ausencia de una reserva independiente de moneda (neutral respecto a los países); ausencia de mecanismo estabilizador a los tipos de cambio; ausencia de un mecanismo que ofrezca orientación macroeconómica a la economía global; estructura decisoria no democrática; excesiva confidencialidad; ausencia de participación pública; asimetría; préstamos de medio plazo utilizados para necesidades de largo plazo y congelamiento de la emisión de SDR - derecho especial de libranza (unidad artificial de moneda de reserva).

Las políticas del FMI, han provocado una agudización de la tensión entre el Estado - entendido en su política e instituciones nacionales - y la naturaleza del proceso de decisiones en el ámbito internacional. El proceso de decisiones del FMI plantea serias dudas sobre las condiciones bajo las cuales la comunidad local es capaz de determinar sus propias medidas y su propio rumbo -, lo que crea un conflicto entre el nivel de decisiones democráticas locales y la persecución a los acuerdos y decisiones realizadas en instancias globales. Con la deuda externa, se observa una transferencia de parte del control de la economía local a esta institución. El esfuerzo realizado por estos países para las reformas económicas y el pago de la deuda, bajo la coordinación del FMI, afecta ya a las generaciones sucesivas, que tienen transferidas para sí la responsabilidad de esta prácticamente impagable deuda.


Las Corporaciones Transnacionales

Cada vez más, las empresas transnacionales incrementan su dominio en los mercados globales. Sus filiales en los países extranjeros fueron responsables de ventas estimadas en US$ 9,5 trillones en 1997. Ese valor corresponde al 7% del PNB global de ese mismo año. Esa proporción corresponde a un crecimiento real del 40% respecto a 1980, año en que la participación era de aproximadamente un 4% del producto global. La participación de esas empresas en las exportaciones mundiales creció cerca de un 25% a finales de los años ochenta a un 39% en el año 1995 (ver PNUD 1999: 31). Hoy se estima que hay 60.000 corporaciones internacionales, con 500.000 filiales en todo el mundo. Se calcula que las 100 mayores corporaciones multinacionales facturan juntas cerca 2,1 trillones de dólares en ventas en todo el mundo, ocupando seis millones de personas en el extranjero. Con excepción de la coreana Daewoo y de la estatal de petróleos de Venezuela, las demás tienen sus bases en los países industrializados del occidente y Japón .
De acuerdo con el foco donde la corporación transnacional está insertada en la estructura política-económica nacional, esta es el centro de una miríada de relaciones con actores externos: suministradores y clientes, diferentes tipos de gobierno, instituciones financieras, uniones comerciales, asociaciones industriales y centros de investigación. Frecuentemente estas relaciones institucionales difieren entre naciones y regiones. Por otro lado esas corporaciones mantienen relaciones con los actores externos en función de sus propias ventajas competitivas, intentando mantener sus medios de producciones en regiones o países en que puedan maximizar sus beneficios. En este sentido estas empresas constituyen innumerables relaciones de cambio con gobiernos y otros actores externos que tienen variables influencias en el proceso de formulación de políticas públicas locales o regionales.
Esto puede generar la competición entre diferentes naciones y gobiernos de medidas económicas que visen incentivar la aportación del capital financiero, productivo y humano de estas grandes corporaciones. Los gobiernos están compitiendo entre sí por los recursos y capacidades de las corporaciones transnacionales, una vez que pierden el poder de perseguir el desarrollo tecnológico a través de políticas públicas aisladas que prescinden de las inversiones de estas empresas.
Los incentivos ofrecidos por los gobiernos locales se dan muchas veces a través de reducciones de tasas para las empresas, subsidios, obras de infraestructura, apoyo técnico y otras facilidades. Las multinacionales representan la posibilidad de nuevas perspectivas económicas: flujos de inversiones directas, transferencia de tecnologías, desarrollo regional y la posibilidad subsidiaria de nuevos negocios con el incentivo a otros sectores de la economía doméstica. Se observa que la globalización aumenta considerablemente el poder de negociación de las multinacionales en sus relaciones con los actores internacionales, incluyendo los gobiernos.
En este aspecto, la globalización actual contribuye a la desestructuración de los sistemas productivos existentes en beneficio de las grandes empresas que planifican sus inversiones a escala internacional.

La gran consecuencia de esta interdependencia es el entrelazamiento de las economías políticas domésticas y externas y la creciente dificultad en elaborar políticas públicas autónomas que puedan dar prioridad a los actores locales en el proceso de desarrollo interno. La tendencia es que cada vez más los gobiernos locales y regionales reivindiquen para sí mayores competencias para aplicar políticas encaminadas a atraer inversiones y a generar el desarrollo y empleo en sus respectivos territorios, esto incluye la demanda por una mayor capacidad para legislar y negociar autonomamente con las empresas transnacionales.


Los Grandes Actores-Estado en el Comercio Internacional: un Análisis

La excesiva concentración del capital originario de los países del Norte en el mercado financiero internacional encuentra también paralelo en el mercado exportador e importador de mercancías y servicios. En este caso, el grueso del comercio mundial está concentrado en muy pocos países y en regiones específicas del mundo. Además, la mayor parte del comercio se da entre los propios países industrializados. Los países miembros del G-7 son origen y destino de casi el 50% del comercio internacional, sean mercancías o servicios, conforme se puede observar en los cuadros siguientes. Es importante resaltar que este porcentaje no incluye las relaciones comerciales entre filiales y matrices de las multinacionales, ni tampoco el volumen del comercio efectuado por estas teniendo como base los países en desarrollo.
Observando la evolución de los valores negociados en el comercio internacional se constata que los países industrializados - en especial, los Estados Unidos - fueron los más beneficiados con la liberación de la economía mundial en la década de los 90. La proporción de participación de este país en el comercio global ha seguido una trayectoria ascendente desde la década de 1980 y, de manera aún más acentuada, en los años 1990-99.

Pese al expresivo crecimiento en volumen - un 32% entre los años 1990-99 (711,7 mil millones de dólares) en exportaciones de mercancías -, el comercio exterior europeo vio su importancia ofuscada por la prosperidad de la economía estadounidense. A su vez, las economías de los países del Centro-Este europeo y de la ex Unión Soviética, vieron una reducción - incluso en términos nominales - de su comercio exterior entre el final de los años 80 y principio de los 90, antes de experimentar alguna recuperación en la segunda mitad de esta última década.
Juntamente con el crecimiento de la economía estadounidense, la mayor transformación en el transcurrir de los últimos dos decenios fue el incremento de la participación del continente asiático en las exportaciones mundiales, tanto de servicios como de mercancías. Este fenómeno está más asociado al desarrollo económico de sólo algunos países como Japón, China, Corea del Sur y, en menor grado, a los llamados "Tigres Asiáticos". En el caso de China, la participación de este país en las exportaciones mundiales de mercancías era de apenas el 1,0% en 1980. Según fuentes datos de la OMC, en 1999, las exportaciones de mercancías de este país alcanzaron a la marca de US$ 174,76 mil millones, lo que corresponde a un 3,1% del total mundial, con un crecimiento de su participación en el comercio global con respecto a 1980 superior a 200%.
En cuanto a América Latina, su participación en el total de exportaciones de mercancías ha aumentado respecto a 1990, del 4,22% a un 5,21%, siendo, sin embargo, todavía un poco inferior si la comparamos con el año de 1980 (5,39%). A su vez, el continente africano redujo su participación en las exportaciones mundiales de mercancías de un 5,91%, en 1980, para el 2,01%, en 1999, lo que es resultado de una estagnación virtual de los valores nominales exportados en estos dos últimos decenios. Si excluimos África del Sur del cálculo, este continente presenta una reducción nominal de cerca de un 9% con respecto a las exportaciones de mercancías en 1980.

En síntesis, si observa por la evolución del volumen de transacciones en el comercio internacional que la hegemonía de los países más industrializados en la economía global fue mantenida a lo largo de los últimos decenios. Pese a las profundas transformaciones históricas, políticas, económicas y tecnológicas ocurridas en el mundo, en lo que se refiere al comercio internacional, la dispar relación económica Norte-Sur prácticamente no se ha alterado.

Pese las liberalizaciones de todo el tipo según los dictámenes del corolario neoliberal, el comercio de bienes y servicios en el último decenio no produjo cambios significativos en sentido de desconcentrar la producción y consumo de bienes y servicios en un grupo pequeño de países. Por el contrario, la aplicación práctica de este discurso es sólo efectiva en los países en desarrollo. No por casualidad las inversiones y el comercio internacional continúan muy concentrados en las economías de los países más industrializados y marginalmente en algunos países en desarrollo. Es necesario resaltar que mientras subsistan substantivas restricciones a los movimientos de bienes y servicios y la actual globalización se asiente en los marcos reguladores establecidos por la influencia decisiva de los países centrales, la dominación de la tríada Estados Unidos, Unión Europea y Japón en el comercio mundial seguirá siendo evidente.

La corriente política comercial de los países más industrializados es una evidencia continua del valor específico histórico flexible que los gobiernos locales adoptan con relación a la globalización, siendo ésta selectiva en función de sus intereses. La globalización termina por estar más condicionada a los intereses de los actores-Estados y la fuerza que tienen para defender sus propios intereses en la arena internacional antes que ser un proceso autónomo que se opera a margen de toda la forma de control.