Al analizar los últimos quince años del siglo
XX y comparamos con las décadas precedentes de este mismo siglo,
podemos notar cómo el mundo ha cambiado en muy pocos años
de un modo tanto abrupto, frenético y, hasta cierto punto - sobre
todo en el aspecto político-ideológico -, de forma incalculable.
El colapso del bloque comunista, que parecía imprevisible en aquel
momento, fue el marco de la ruptura del dualismo de la Guerra Fría
que dividía el mundo. Desde ahí muchos de los cambios que
ocurrieron en los años noventa fueron consecuencia directa o indirecta
de esto.
En 1991, con la implosión de la Unión Soviética y
la subsecuente disminución de las tensiones, el mundo pasó
por una sucesión de contínuos y profundos cambios políticos,
económicos y sociales. El fin del orden bipolar abrió espacio
para el resurgimiento de los viejos nacionalismos, de los conflictos étnicos
y religiosos, así como la profundización de las desigualdades
entre el "Norte desarrollado" y el "Sur pobre", en
un ambiente ya de práctico "consenso" en torno de a los
postulados del sistema capitalista. Como consecuencia, las dictaduras
militares del occidente también perdían la esencia de su
discurso - basado en la defensa contra la amenaza comunista. De esta forma,
el peligro comunista, que tanto polemizaba el debate ideológico,
no asustaba más a nadie, así el debate ideológico
se vaciaba.
Al final de la Guerra Fría, se vio el surgimiento del inicio de
la dominación de la una nueva simbiosis entre la democracia occidental
y los preceptos del capitalismo. Al mismo tiempo, se cristalizaba una
conciencia de la necesidad efectiva de condena a todos los regímenes
no-democráticos y dictatoriales, o no fundamentados en la igualdad
de derechos entre los ciudadanos, a parte de las diferencias religiosas,
de etnia, origen o raza, así como también la defensa sistemática
de los derechos humanos. Por lo tanto, esos valores pasaban a ser considerados,
de hecho, como "universales" (1).
Lo que se vería sería algo impensable hasta pocos años
antes para la inmensa mayoría de los sociólogos, historiadores
y politólogos en general: los países de lo que fuera el
bloque socialista pasan a cambiar rápidamente sus instituciones
políticas y económicas, de modo que a asimilar los valores
de la democracia occidental y de la economía de libre mercado,
manifestando todo el deseo de integrarse a las instituciones y organizaciones
occidentales.
Luego tras la caída de muro de Berlín, surge la palabra
"nuevo orden mundial", que sintetizaba el orden multipolar de
la coyuntura internacional bajo el liderazgo hegemónico de los
Estados Unidos. El vocablo globalización surge, de espacio, como
un término de entendimiento más amplio, desideologizado.
Éste comporta un universo mayor de significados, relacionados al
desarrollo de las comunicaciones, del libre-comercio, de la tecnología
y sobre todo de una fase la superación de las barreras políticas,
del espacio y del tiempo para el reconocimiento de las similitudes de
sensaciones y visiones del mundo entre los individuos de diferentes culturas
y rincones. Siendo un termino más flexible, simpático y
aceptable, la palabra globalización pasó a diseminarse como
la forma más adecuada para designar toda una enorme gama de transformaciones
relacionadas a la expansión libre y pacífica del capitalismo.
Aunque las connotaciones de los términos sean discutibles, ellas
surgieron de la necesidad de comprender y calificar lo que pasaba, en
un evidente carácter sumario y totalizante.
Ése fue un momento en que el capitalismo empezaba a desarrollarse
y a expandirse sin encontrar frenos, ya sea geográficamente, o
en términos de legitimación ideológica. Mientras
tanto, los avances tecnológicos de los medios comunicativos cumplían
su papel potencializador en ese proceso. La expansión capitalista
dio más aliento a la competencia económica, lo que hacía
- perversamente, en la actuación expansiva y transformadora del
mercado - parecer obsoleto y anacrónico el resto que se quedaba
en pie de las economías planificadas. Era la afirmación
del triunfo de los ideales de la democracia occidental que se mostraba
de varias formas diferentes, como la iniciativa de adhesión de
los ex países socialistas a la OTAN, U.E. y otros organismos multilaterales
de cooperación, bien como las adopciones por parte de ellos de
políticas de privatizaciones y amplias aperturas económicas.
El escenario
que se abrió era el de un nuevo mundo para nuestro tiempo: trayendo
la esperanza y el miedo, euforia y ambición, prosperidad para algunos
países y crisis para otros. Hasta hace poco una desconocida para
gran parte de los ciudadanos, la palabra globalización se escuchaba
cada vez más. Aunque se deba considerar las excepciones aislacionistas
- como el caso de las teocracias islámicas -, nada sería
lo mismo en la mayoría de los países. Las relaciones comerciales
pasarían a ampliarse sustancialmente, así como el fortalecimiento
de los bloques comerciales y la firma de numerosos tratados, pactos y
convenciones internacionales, formando todo un nuevo armazón jurídico
internacional que sobrepusiese y entrelazase gradualmente las leyes estatales
y acuerdos extra y supraestatales.
En el escenario político-partidario surgen nuevas combinaciones
y siglas, con los partidos que intentan ajustar sus discursos y programas
a este nuevo orden. A su vez, las nuevas tecnologías de información,
cada vez más, harían una "disminución"
virtual del mundo, incrementando en volumen y velocidad la transmisión
de datos y llevando los "PCs" a los hogares más distantes,
posibilitando también, a través de la combinación
de tecnologías comunicativas, la conexión con la red. Del
mismo modo, el flujo de dinero, y por extensión, todo el mercado
financiero se beneficiaron conjuntamente de estos avances.
La expansión del capitalismo occidental y el desarrollo de las
tecnologías de información llevan a todos los rincones la
lengua inglesa y los padrones de consumo occidentales. Por otro lado,
otras culturas y pueblos, aún desconocidas y regionales aparecen
ante del mundo, paralelamente a los movimientos nacionalistas reivindicativos,
que buscan la autonomía local - o incluso la soberanía -
frente a esa mundialización.
Las relaciones diplomáticas cambian enormemente con la aproximación
del bloque de ex países comunistas hacia el occidente. Eso se tradujo
por el crecimiento de la OTAN, de la expansión de la U.E. hacia
el Este de Europa, las diversas cumbres internacionales (2), además
de las reuniones de diversos organismos multilaterales occidentales que
tienen países ex comunistas como participantes u observadores -,
donde el enfoque principal pasa a ser también las relaciones comerciales
con ellos, poniendo en relieve el creciente deseo de integración
económica e inserción internacional de estos países.
Como ya fue citado, este nuevo escenario está caracterizado por
el reconocimiento de la necesidad de defensa de los derechos humanos y
del Estado democrático en las relaciones internacionales, al mismo
tiempo que una nueva concepción de democracia - resultante del
fin de la Guerra Fría - pasa a ser unilateralmente difundida por
las grandes potencias e incondicionalmente aceptada por la mayoría
de los países. Así se "globaliza" y se legitima
la conjunción entre economía de mercado y democracia occidental
como paradigma democrático.
Sin embargo, esa globalización mostró ser centrada en la
perspectiva del nuevo liberalismo económico adoptado de modo general
por las potencias occidentales. Cabe aquí citar a Manuel Castells
que en su obra La Era de la Información - es así como él
denomina al período en que vivimos - afirma que la crisis que sacudió
la economía soviética y condujo al colapso de su país
- y, por extensión, practicamiente a todo el mundo comunista -
resultó de la expresión de incapacidad estructural del estatismo
para asegurar la transición hacia la sociedad de información.
Los cambios profundos en los mecanismos de gestión, la descentralización
e interconexión de las empresas, la individualización, la
flexibilización y diversificación crecientes en las relaciones
de trabajo, la competencia económica global, la actuación
desregularizadora selectiva de los Estados en el mercado y el desmantelamiento
de estado del bienestar, son para él las características
fundamentales del proceso de transformación profunda del capitalismo
hacia la expansión global (1997a).
La globalización
asume, una faceta neoliberal a partir del final de los ochenta y, sobre
todo, al transcurso de los noventa. Con la crisis de los paradigmas socialistas
y el ascenso del llamado neoliberalismo, esa globalización pasa
a poner en cuestión el papel del Estado como formulador e implementador
de políticas de desarrollo y fomento interior, generando una situación
de creciente dependencia en actuación de los mercados y de los
grandes actores políticos y económicos internacionales.
Esto propicia una discusión larga y casi interminable, en la que
se intenta entender y explicar ese fenómeno de debilitamiento del
Estado-nacional, en los planos interno y externo y el peligroso incremento
gradual de la interdependencia con lo que ocurre en el ámbito global.
Esa relación que pone los países en creciente conexión
y exige cada vez más la necesidad de instituciones reguladoras
en el ámbito internacional. Así, cualquier interferencia
o tentativa de imponer un orden en la actuación de los agentes
externos en el plan de los Estados-nacionales termina por alcanzar un
resultado contrario, aumentando la interdependencia que intentaba a su
vez controlar.
Al contrario
de la globalización del siglo XVI, la globalidad del fin del siglo
XX implica un movimiento creciente de erosión de los Estados-nacionales
dentro de una compleja nueva arquitectura de relaciones que envuelven
la formación de redes comerciales, económicos, sociales,
políticas y ecológicas y la eliminación de las esferas
intermediarias entre lo local y lo global.
Notas:
1 Hay que
decir que no pretendemos discutir aquí la ambigüedad de la
interpretación de esos términos o la aplicación y
validez de estos ideales en el plano real, sino que destacar como esos
principios pasaron a ser adoptados oficialmente por gran parte de la comunidad
internacional como objetivos últimos y fundamentales a ser seguidos
(N. del A.).
2 Algunas de las grandes conferencias mundiales de los últimos
años: cumbres mundiales sobre la infancia (Nueva York, 1990), medio
ambiente y desarrollo (Río de Janeiro, 1992), derechos humanos
(1993), población y desarrollo (Cairo, 1994), desarrollo social
(Copenhague, 1995), mujer (Beijing, 1995), asentamientos humanos (Estambul,
1996) y alimentación (Roma, 1996).
Referencia:
Castells,
Manuel (1997a) La Era de la Información. Economía, Sociedad
y Cultura. Vol. 1: La Sociedad Red, Alianza, Madrid.
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